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Anna Vogt es Analista Regional para Incidencia y Contexto de CCM para América Latina y el Caribe. Este artículo hace parte de nuestra serie en cuanto a la seguridad alimentaria y cambio climático.
“La riqueza de este encuentro no es lo que traemos, sino lo que vamos a compartir entre nosotros”. Cesar Flores nos dice, cuando nos reunimos en la sala de conferencias durante el primer día de nuestro encuentro.
En febrero, CCM reunió en Haití a expertos locales de toda la región Latina y del Caribe, para discutir e intercambiar ideas en cuanto a la seguridad alimentaria y el cambio climático. Personas provenientes de Colombia, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Cuba, Haití, Canadá, Estados Unidos, México y Honduras estaban presentes. Rápidamente se forjaron amistades entre los participantes, y las conversaciones en torno a la mesa, durante las comidas, se convirtieron en apasionadas discusiones que tenían que ver con los cultivos de sus huertas familiares y los métodos de cultivo.
Junto con la profunda riqueza de la experiencia, y el conocimiento que estos expertos agrícolas representan, también ellos poseen una conciencia aleccionadora de los impactos reales del cambio climático.
Durante paneles y discusiones en grupos pequeños, compartieron en cuanto a las sequías extremas, intercaladas con inundaciones: una nueva forma de violencia estructural perjudicial para países enteros. Tomé notas de los signos: nuevos insectos devastadores, enfermedades, estaciones impredecibles; y escribí también los impactos: el hambre, la migración, la pobreza, la incertidumbre, la erosión del suelo, la pérdida de la cultura tradicional, la duda. Cada participante habló sobre cómo algunos de los agricultores y las comunidades con las que trabajan, hacen frente a estos cambios masivos, pero sin el conocimiento científico que damos por hecho a través de nuestro acceso a los medios de comunicación. En lugar de ello, ya no pueden predecir las estaciones del año; las comunidades, y grupos aislados de agricultores, se culpan a sí mismos por los cambios que no pueden controlar. Hemos oído historias de comunidades que creen que su falta de fe, más que el cambio climático creado por el hombre, es la razón de las estaciones legibles.
Cada dos días intercambiamos la sala de conferencias en el hotel por el campo haitiano. Encontramos grupos de personas reunidas en torno al canal, colgando de setos de cactus y piedras de río la ropa lavada; vimos salpicaduras de color contra el verde y el marrón de los jardines. Pequeñas parcelas de arrozales verdes se alineaban en la carretera, salpicadas con personas que trabajaban duro. En el carro, discutimos maneras en las que Haití es diferente de nuestras expectativas: hay pobreza, pero también hay dignidad y cooperación.
Esto lo vimos plenamente en Kabay, una comunidad pequeña en lo alto de las montañas deforestadas de Haití. Miembros de la comunidad trabajaron juntos para combatir la erosión de la valiosa capa vegetal y poco a poco volvieron las colinas verdes de nuevo, mediante la reforestación y un banco de semillas locales. Nos reunimos bajo la sombra de un enorme árbol de mango,y escuchamos, a medida que los miembros de la comunidad comenzaban el encuentro con una canción en cuanto a la importancia de la producción local de alimentos. A continuación, nos embarcamos en un viaje para ver sus huertas.
Las manchas verdes representaban micro escalas de esperanza en medio de la sequía polvorienta. En esta comunidad los árboles significan despertarse por la mañana con cantos procedentes de pájaros, y el susurro de las hojas, cuando antes, sólo había silencio.
¿Es suficiente?
“El bosque crea su propio hábitat ideal”. Peter Wohlleben escribe en the Hidden Lives of Trees (Las vidas ocultas de los árboles). Él describe la forma en que los árboles detienen la erosión a través de sus raíces profundas. Sus hojas caídas crean una capa rica en humus. El sistema de evaporación natural del agua de los árboles incluso sirve para enfriar el aire a su alrededor, lo que actúa como acondicionador de aire del bosque. Es apropiado aprender que los árboles se comunican entre sí, a través de pequeños hongos que conectan sus raíces bajo tierra. El hecho de plantar un árbol, que no sólo se conecta con otros árboles, también hace que éste se convierta en el anfitrión de una variedad llena de vida, que va desde hongos hasta pájaros. Después de plantar un árbol se desarrolla una nueva posibilidad, la hoja de mango. Sin embargo, Wohlleben nos recuerda que un árbol no es más que un comienzo, ya que “un árbol sólo puede ser tan fuerte como el bosque que lo rodea”.
“Nos enterraron, pero no sabían que éramos semillas”, es un dicho que he visto una y otra vez en América Latina, después de las muertes y desapariciones, muchas veces entre los defensores del media ambiente. Los que se han ido regresaron a la tierra, brotando en nuevos movimientos y acción fertilizadora. En la pared de la sala de conferencias en Haití, los participantes han escrito no sólo los impactos del cambio climático, sino también los puntos fuertes que ya se pueden encontrar dentro de sus comunidades: organización, nuevas técnicas de plantación, los conocimientos tradicionales, y las relaciones con las autoridades locales: semillas resistentes. Este es el bosque que proporciona refugio y nutrientes para los nuevos árboles.
Al igual que los hongos se comunican entre raíces, todos estamos conectados y somos interdependientes entre nosotros.
En la última noche, tenemos una noches de talentos. Es la mezcla normal de ridiculez y exuberancia, hasta el último acto. Rosita St. Louis Allen se presenta con grácil movimiento, y comienza a tocar el tambor. Ella nos dice que los ritmos, que ella llama “Igbo”, representan la esclavitud y la rebelión. Escuchamos mientras sus manos hablan de Haití, de esperanza en medio de la opresión insoportable. Todas las historias que nos han contado, desde nuestra llegada en Haiti, están ahí, en el ritmo: el secuestro en África; una esperanza de vida esclava de cinco años, mujeres del mercado, la rebelión de sus establos; libertad, ocupación, golpes de estado, temblores, huracanes, y el siempre presente ritmo subyacente de los haitianos, cuando cultivan juntos los alimentos en las comunidades. A medida que el golpe del tambor cambia, Rostita llama a todos nuestros países a la parte delantera, uno por uno, para la nueva lucha contra el cambio climático. Estamos juntos, una comunidad regional de productores de alimentos y agentes de cambio. Este es mi bosque favorito.