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Lindsey Frye es un miembro de la Iglesia Menonita Laurel Street en Lancaster, PA. Actualmente vive en Chiapas, México con su esposo Chris y sus hijas Ramona and Ruthie. Tiene una maestría de arte de Bethany Theological Seminary y trabaja como Promotora de Ecumenismo con un socio de CCM México, el Instituto de Estudios Interculturales.
Cuando estudiaba en la universidad, viaje a Latinoamérica para aprender sobre los efectos negativos del TLCAN, más que todo las implicaciones para los graneros pequeños que no pudieron competir con los grandes, y la migración forzada a las ciudades a trabajar en maquilas costurando ropa barata para los EEUU. Pero durante mi tiempo de orientación aquí en Chiapas, desde que llegué en agosto, he estado aprendiendo una parte más significativa para este estado del sur. Antes del TLCAN, había un requisito (impuesto por el gobierno estadounidense) que el gobierno mexicano eliminara partes de su propia constitución (partes del articulo 27 en particular). Pidieron que eliminara por completo el sistema ejido (parte de la reforma de 1917 protegiendo las tierras compartidas, que no podía haber dueños de esta tierra, y no se permitía venderlas). Fue el impulso principal por el levantamiento de los Zapatistas en 1994, una reacción contra del TLCAN en el día que fue anunciado.
Han habido muchos efectos de este levantamiento que todavía permanecen aquí en la cultura Chiapaneca. Pero por otro lado, el levantamiento no logró cambiar esta ley. En los fines de los años 90, el gobierno trató de controlar el movimiento indígena en Chiapas por medio de las fuerzas armadas. Lo que aprendieron es que el movimiento Zapatista ha creado una red internacional con un ojo poderoso hacia el gran público. Por eso, intentar controlar por medio de las fuerzas armadas no funcionaba, como todos podían mirar sus acciones. Así que en los años 2000 para adelante, cambiaron para otra táctica mucho más efectivo y manipulador lo cual ha sido la implementación de programas sociales de carácter eminentemente asistencialista y con evidentes intenciones de control del movimiento comunitario.
Trabajo para un socio de CCM, el Instituto de Estudios Culturales (INESIN), una organización ecuménica dedicada al desarrollo en el sur de México. Como mis compañeros de INESIN me han explicado, los trabajadores del gobierno van a las comunidades indígenas, y hacen grandes obras sociales, como por ejemplo lo de SAGARPA[1], que tienen programas agrícolas de semillas y fertilizantes. Después, dicen que el requisito para inscribir en las actividades del programa social es el título personal del terreno. Este táctica, de manera profunda, ha partido las comunidades, como van dividiendo, de manera voluntaria, las tierras compartidas para fines individuos. Los resultados no solo han sido la participación en programas sociales, sino también se trata de los acuerdos que hace el gobierno o grupos poderosos, con las compañías de la minería, la deforestación, las plantas hidroeléctricas, los planes del gobierno para convertir los lugares sagradas de las comunidades en destinos turísticos, la eliminación de la tierra agrícola para convertirlo en autopistas grandes, el narcotráfico y mucho más.
Esta dinámica ha creado aislamiento y desconfianza. La situación es tan compleja, es difícil saber en quien confiar. INESIN trabaja en varios niveles, con el programa de fortalecimiento comunitario, dando la oportunidad a las y los católicos y protestantes convocarse y trabajar juntos en el trabajo sagrado de sembrar hortalizas. En la ciudad, junto con varias organizaciones que también están buscando el buen vivir, don la Espiritualidad Ecológica Transformadora dentro de la diócesis, rescatando la filosofía de las y los abuelos de cuidar a la madre tierra y a los demás con quienes convivimos. Con las mujeres, sanando las muchas heridas que llevan dentro de su ser individuo, su familia, y dentro de la misma sociedad.
Claro, que esta organización tiene estrategias, planes y metas, que les ayuda a facilitar el trabajo. Pero si yo resumiría los impresiones que tengo de este trabajo, tan sagrado e importante como es, seria la recuperación de la confianza. Aprendimos a confiar otra vez en la madre tierra, que nos ha cuidado por tantos años, en las hermanas y hermanos en nuestro alrededor (aun si tienen otra confesión de fe), confiar en las organizaciones que trabajan a su lado, que no son perfectos, pero están comprometidos en el trabajo de crear un mundo mejor.
[1] La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
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