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Creo que una de las cosas más desafiantes en la vida es entender el sentido de nuestra existencia y como consecuencia, de las cosas que hacemos respecto a esto. Pensar en cómo todo podría ser diferente producto de una decisión distinta, ¡me resulta sorprendente!
Cuando en el 2018 salí de la comodidad de mi casa y cálida compañía de mi familia para venir a Colombia, sentía que esa parte del camino era literal una hoja en blanco, ahí estaba yo con una mochila gigante, muchas ganas de aprender, muchos nervios, varios temores y un sinfín de ideas y a la vez ninguna sobre cómo sería esta experiencia.
Haber vivido en Chocó me ayudó a graficar de alguna forma todo esto que sentía y pensaba. Les comparto la representación que para mí tuvo sentido, a ver si les hace sentido a ustedes también. Conozco tres maneras de que una planta de frutos:
- Sembrar: Consiste en colocar directamente una semilla en el suelo.
- Plantar: Es colocar una planta (helechos, árboles, matitas, etc.) en el suelo, las que son usualmente pequeñas o jóvenes.
- Injertar: Insertar o unir una de las partes de la planta con otra para que de esta forma tenga un mejor desarrollo y así esta crezca como una sola.
Ahora va la explicación. Mi manera de verlo es que todas y todos en algún momento y dependiendo del lugar, de la época, de nuestro propio tiempo, hemos sido semilla, planta o injerto. Y considerando el momento, hemos tenido que abrir algunos surcos muy profundos y otros un tanto más superficiales. Aprendí que la idea de fructificar tiene todo que ver en nuestras relaciones con otras, otros, con el medio, tiene que ver como necesitamos esa interacción con los elementos para obtener los mejores nutrientes y que ayuden en nuestro crecimiento, estar interrelacionados.
Mi estadía en Istmina me permitió ser semilla, planta e injerto en diferentes momentos, pensándonos como un todo, que los frutos se vuelven joyas que aportan todo tipo de riquezas e identidad al territorio, que debemos procurar espacios libres de plagas, enfermedades, transgénicos y fumigaciones para que el resultado sea mejor. Sé que suena todo muy literal, pero ¿y si lo aplicáramos en nuestras maneras de vivir? Generar vínculos con las personas, nos da la oportunidad de vernos y de verles, de acompañarnos en estos procesos de crecimiento a través de tiempo de escucha, de hospitalidad amorosa, de comidas variadas.
Mucho se ha dicho sobre cosechar lo que sembramos, si sembramos futuros, esperanzas, justicia ¿qué podríamos cosechar.
Tomar la decisión de venir en el 2018 abrió surcos para hoy ver frutos de años de esfuerzos que otras y otros han sembrado, han regado, han cuidado, han acompañado. Hoy creo que es necesario saber en que etapa estamos y cómo podemos dar frutos, ser conscientes de los procesos y estar presentes en ellos. ¡Ahora que he aprendido tanto, no quiero perderme de nada!
Para cerrar, dedico este fragmento del poema “Te quiero” de Mario Benedetti a todas esas personas de Chocó que admiro por su amor, perseverancia, fuerza y valentía que tanto aportaron en mi.
“Te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
Francisca Pacheco Alvarado, de Valparaíso, Chile, vivió en la ciudad de Istmina, Chocó, Colombia. Ella hizo parte del grupo V del programa Semilla Colombia y trabajó con los Hermanos Menonitas de la región en un proyecto de «Educación para la paz» y en Fagrotes (Fundación Agropecuaria Tejiendo Esperanza).
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Este articulo fue originalmente publicado en el blog de Semilla Colombia.