Cellia María Vásquez Garay es una Menonita de Colombia que anteriormente fue participante en el programa del CCM llamado SEED en Colombia. Ella es antropóloga y tiene mucho interés en los temas de incidencia y minería. Ella ha estado viviendo en el Chocó por los últimos dos años y medio y está trabajando como profesora en la universidad estatal. Su articulo fue publicado originalmente en Intersections: Revista Trimestral de Teoría y Práctica del CCM: Incidencia desde la Base
La industria minera es predominante por toda Latino América, tomando diferentes formas y trayendo muchas consecuencias adversas a la vida de la población y el medio ambiente. Las respuestas de incidencia de la población local a iniciativas mineras varían significativamente, y esto se mira claramente en las diferentes formas de movilización que asumieron las poblaciones indígenas del oeste en Guatemala y los chocoanos de Colombia para enfrentar los retos presentados por la minería a sus comunidades.
Aunque las respuestas puedan ser diferentes, los retos que presentan la minería en ambos casos son similares. Consecuentemente, los intercambios de aprendizaje de sur a sur entre estas comunidades que enfrentan la devastación que trae la minería, pueden y deben ser un componente importante de los esfuerzos de incidencia relacionados a la minería, pues estos intercambios ofrecen oportunidades para personas en diferentes circunstancias, que enfrentan un reto similar, a aprender el uno del otro y de esta forma apoyarse mutuamente en solidaridad.
San Marcos es un departamento ubicado en las montañas suroeste de Guatemala con tierras muy fértiles y una larga historia de agricultura. Aproximadamente el 36% de los habitantes son de descendencia indígena Maya lo que explica su cercana y especial relación con la naturaleza. En décadas recientes comunidades en todo Latino América, como la región de San Marcos, se han convertido en blancos para las corporaciones multinacionales y sus actividades de minería a cielo abierto -en el caso de San Marcos, la mina Marlin en San Miguel Ixathuacan. San Marcos sobresale como un caso emblemático, por la operación minera de una corporación multinacional que ha llevado al desplazamiento de muchas comunidades, ruptura social, contaminación del suelo, fuentes de agua y problemas de salud.
Con la ayuda de la diócesis de San Marcos, otras comunidades en el departamento han empezado a prepararse ellas mismas para la inminente incursión de compañías mineras. En forma de defensa social, activistas comunitarios se han organizado para despertar conciencia de las futuras consecuencias de la actividad minera, resaltando el impacto negativo de la Mina Marlin. Como un resultado de esta movilización local, varias comunidades en el departamento de San Marcos, como Sibinal, han votado internamente contra la presencia de minas similares en sus territorios.
Movimientos sociales de base comunitaria también trabajan en el fortalecimiento de relaciones entre los pobladores de San Marcos y el medio ambiente, incluyendo la organización de proyectos para capacitación de personas miembros de la comunidad en ecoturismo y agricultura. Este tipo de defensa, empodera a las comunidades resaltando su relación esencial con la tierra. Fortalecer esta conciencia le hace mucho más difícil a las compañías mineras utilizar su táctica de “dividir y conquistar”.
La Minería es también un problema urgente que enfrenta el Chocó, una de las regiones de Colombia y del mundo con más lluvia y biodiversidad. Las actividades mineras en el área se remontan a los tiempos de la conquista Española, cuando los esclavos eran la mano de obra principal. Los habitantes de Chocó son, en su mayoría, descendientes de África. A diferencia de las poblaciones indígenas de San Marcos, la relación entre los pobladores chocoanos y su tierra está basada en la extracción de los recursos naturales. Después de que Colombia ganó su independencia de España, muchos de los antiguos departamentos con esclavos, continuaron la práctica artesanal minera sin renovar sus lazos con la naturaleza. Por lo cual, durante la segunda mitad del siglo veinte, los mineros empezaron a utilizar nueva tecnología para la extracción de metales preciosos, lo cual condujo a la utilización de excavadoras de succión y reto-excavadoras, facilitando a los mineros un mejor acceso a los ríos.
Muchas de las fuente de agua en el Chocó se han contaminado dado a el uso de mercurio en las operaciones mineras para “atrapar” partículas de oro y platino. Dragadoras y excavadoras destruyen la capa fértil del suelo transformándolo en lomas de piedras en donde cultivar es prácticamente imposible y contribuyendo a la sedimentación de los ríos, haciendo la navegación difícil e incrementando el riesgo de inundaciones. El estado Colombiano ha otorgado numerosas concesiones mineras dentro del Chocó a empresas multinacionales para exploración y explotación. Activistas comunitarios en el Chocó tienen temor de la magnitud de la destrucción del medio ambiente en el departamento si las comunidades no se organizan pronto para enfrentar las usurpaciones de actividades mineras en la región.
Para muchos Chocoanos la minería es la única forma de ganarse la vida que han conocido y gracias a ella las familias han podido construir sus casas y pagar los estudios de sus hijos. En ese sentido los chocoanos no están dogmáticamente en contra de la minería. Sin embargo, en los últimos años, son cada vez más los mineros de pequeña y mediana escala que han protestado en contra de la represión estatal, que busca controlar la minería informal e ilegal para favorecer los megaproyectos mineros, frecuentemente llevados a cabo por empresas multinacionales.
Todavía se está desarrollando alternativas a la minería en el Chocó. Las iglesias Católicas y Hermanos Menonitas han organizado esfuerzos para promover otras formas de ganarse la vida, especialmente opciones en la agricultura. Programas desarrollados por estas iglesias, promueven la siembra de cultivos comestibles para el mercado local (plátanos, papaya, piña, borojó, arroz y cacao), el uso de gallineros y estanques para peces, y la producción de manualidades usando materiales reciclados y nativos como semillas y cortezas. Por el momento, la producción de algunas de estas iniciativas sólo puede suplir la demanda local, y no pueden competir con los ingresos temporales que las multinacionales pueden ofrecer.
Todavía queda mucho trabajo por hacer para aumentar el nivel de concientización sobre los efectos devastadores de la minería y para promover una nueva percepción de la tierra como fuente de vida, no sólo de ingresos. Desarrollar iniciativas sólidas de incidencia en San Marcos y Chocó requerirá construir fuertes vínculos sociales entre los miembros de la comunidad y un entendimiento del poder que se encuentra en la unidad. Cuando organizaciones eclesiales como el CCM acompañan y apoyan a estas comunidades en sus esfuerzos locales de incidencia, ellas necesitan considerar seriamente la organización de intercambios entre líderes de las dos comunidades que están enfrentando retos muy parecidos para fomentar la solidaridad y el aprendizaje mutuo.