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Emily Bowman es coordinadora del Programa Enlace en Honduras. Esta entrada se basa en las fuentes de los informes del CCM Honduras y CASM y es parte de la serie en migración del CCM LACA.
Nota: Todos los nombres son seudónimos para proteger la identidad de las personas participantes.
En abril de 2015, Alexa salió de Honduras. Ella tenía 15 años y estaba embarazada. Impulsada por el temor al rechazo de su comunidad y la promesa de un trabajo estable en un supermercado fuera de Honduras, se subió a un autobús con un amigo rumbo al norte. Nada salió a como se lo había imaginado. Se encontró en una pesadilla: fue vendida en un mercado de trata de personas y terminó en un burdel en Belice. Después de dos meses allí, fue rescatada por un detective encubierto en una incursión de la policía. Ella estuvo en custodia para su protección durante un tiempo y luego transportada de regreso a Honduras.
Hector siempre quiso ser maestro. Se crio en un hogar lleno de amor, uno de los más jóvenes de 11 niños. Cuando entró en la escuela secundaria, miembros de la pandilla tomaron el control de su barrio y exigieron que sus hermanos mayores se les unieran. Los hermanos se negaron y toda la familia se vio obligada a huir a otro barrio. Las amenazas de muerte les siguieron. Héctor continuó yendo a la misma escuela secundaria, pero temía que los mafiosos lo reconocieran y se lo llevaran en lugar de uno de sus hermanos.
El día después de que lo siguieron a casa nunca volvió a la escuela de nuevo. El trabajo y las oportunidades eran escasas. Dos de sus hermanos emigraron a los Estados Unidos. Cuando otro de los hermanos fue brutalmente asesinado, la familia contrató a un coyote para que llevara a Héctor y otro hermano a los EE.UU. Su viaje fue intersectado por funcionarios de migración, que los detuvieron en México y deportados de regreso a Honduras.
Las personas que migran citan muchas razones para salir. Estas incluyen: la reunificación familiar (niños/as buscando a sus madres/padres que viven en los Estados Unidos); pobreza extrema; violencia; inseguridad; crimen organizado; la falta de oportunidades sociales; y el abuso sexual y la trata sexual, entre muchas otras.
El 2014 marcó un número récord de menores migrantes no acompañados que llegaron a la frontera con Estados Unidos. La Conferencia Internacional de la Infancia y Familia informa 47.014 casos de América Central, frente a 21.537 en el 2013. Aunque el número de las personas detenidas en la frontera entre Estados Unidos y México ha caído en los años posteriores, sobre todo debido a la represión de la migración en México, el número de autobuses llenos de migrantes deportados dejados en el centro de San Pedro Sula no ha disminuido. Cerca de 16.000 retornados menores no acompañados llegaron en 2015. En Honduras, la región del valle de Sula da cuenta del 63% de todas las niñas y niños deportados. El 81% de estos niños y niñas son de un municipio: San Pedro Sula.
¿Qué pasa cuando los autobuses se vacían en la frontera o en los centros receptores? ¿A dónde van? ¿Qué hacen? Muchas personas migrantes están traumatizadas por lo que sucedió en el viaje o por las razones por las que salieron de sus hogares en primer lugar. La mayoría no ven otra opción más que tratar de migrar de nuevo.
En este contexto, el CCM apoya a la Comisión de Acción Social Menonita (CASM), una organización que ayuda a migrantes retornados jóvenes. El CCM y CASM crearon un proyecto piloto con el objetivo de proporcionar la formación profesional de 100 jóvenes en el transcurso de un año, permitiéndoles mejorar su situación socioeconómica y de este modo reducir su interés en migrar de nuevo. El proyecto se inició en abril de 2015 y ahora está en su segundo año.
La juventud participante, del Valle de Sula y entre las edades de 15 y 25 años, reciben formación en electricidad, ingeniería mecánica, refrigeración, reparación de teléfonos celulares, operación industrial, cocina o cosmetología. CASM también organiza ferias de trabajo, lleva a cabo visitas a domicilio, ofrece acompañamiento psicológico, da talleres complementarios sobre entrevistas de trabajo, mercadeo y otras habilidades para el empleo, así como la creación de oportunidades de trabajo voluntario para que estas personas jóvenes puedan aportar a sus comunidades. Tienen la esperanza de que salgan del programa con una oferta de trabajo por parte de una empresa o empoderados/as con habilidades empresariales para iniciar su propio negocio.
Para muchos/as de ellos/ellas, es una batalla cuesta arriba. Se enfrentan a la presión de buscar trabajo y empezar a ganar dinero de inmediato para mantener a sus familias o lidian con una carga de trabajo académico exigente. Muchas de las personas jóvenes participantes entran al programa con niveles de educación de escuela primaria. Algunos abandonan el programa para volver a migrar o por razones de seguridad. Sin embargo, para las personas que se quedan, el programa puede cambiar completamente sus vidas. No sólo proporciona capacitación para el trabajo, sino también comunidad y esperanza.
Cuando Héctor regresó a Honduras aprovechó la oportunidad. Se mudó a un área más segura y recibió el apoyo de la CASM. Decidió asistir a los cursos de formación para ser ayudante de cocina porque le gustaba cocinar y creía que podía ser uno de los cursos que le podría proporcionar mayor facilidad de trabajo al terminar. Él todavía está en formación y dice que una vez que termine, espera encontrar trabajo y continuar sus estudios o tal vez iniciar su propio negocio. A él le gustaría graduarse de la universidad y seguir una carrera. Con las habilidades que ha adquirido siente que puede proveer mejor para la seguridad de su familia. Él expresa: “Quiero que mi vida sea una historia de superación de obstáculos y de éxito”.
En cuanto a Alexa, fue abordada por CASM a su regreso a Honduras y rápidamente se inscribió en la formación para ingeniería mecánica. Negándose a ser estereotipada, ha llegado a la cima de la clase que en su mayor parte es masculina, pasando gran parte de su tiempo en el aula ayudando a otros compañeros estudiantes a entender los conceptos. Ella expresa que “el programa ha sido mi sistema de apoyo y es un gran beneficio para aquellas personas que quieren una vida mejor, pero que aún no han podido conseguirla”. CASM le proporcionó atención psicológica y acompañamiento a través del proceso. Al ver hacia adelante, ella dice “ahora me puedo ver en el futuro teniendo mi propio taller, un hogar y una familia aquí en Honduras. Y eso es emocionante. Eso me da esperanza”.
El proyecto de CASM se está ampliando e incluye actividades de incidencia. A principios de 2016, CASM desarrolló 3 espacios de radio y televisión públicos dirigidos a las personas responsables políticos, sociedad civil y población en general. El objetivo era generar conciencia sobre los temas relacionados con las estrategias de migración e impulsar estrategias de prevención. Estos espacios fueron emitidos por primera vez en las estaciones de radio más conocidas de la ciudad en febrero de 2016, con algunos de los participantes, entre ellos Héctor, como voz superpuesta.
Si las personas jóvenes están huyendo de la violencia, sin embargo, ¿será relevante este proyecto? Es importante entender que la violencia en Honduras se produce en muchos niveles. Tal y como la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), un grupo asociado del CCM, lo pone, la violencia va desde los niveles domésticos y aficionados del fútbol, a la violencia de pandillas, a la violencia a nivel gubernamental y narcotraficantes, hasta niveles transnacionales. Es complicado. Y con una tasa de impunidad estimada en un 96% por ASJ, hay muy pocas razones para no usar la violencia como una fuerza para conseguir lo que se quiere.
Sin embargo, el ofrecerle a las persona jóvenes alternativas a la delincuencia para que puedan ganarse la vida y adquirir habilidades para mantener una familia, desmonta muchos de los motivos que generan la violencia en primer lugar: a saber, la pobreza. Muchas personas, cuando reciben formación y recursos se encuentran habilitadas con herramientas para mantener a sus familias y comunidades, o trasladarse a una comunidad más segura fuera del peligro. Ya no ven la migración hacia el Norte como su única alternativa, sino ven un futuro al quedarse en Honduras.