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¿Qué significa que nos inviten a la mesa? Es una pregunta que no tiene respuestas correctas o incorrectas, por eso les compartiré lo que pienso al respecto.

En primer lugar, podría decir que comer es una afirmación a la vida, porque a través de la comida podemos nutrir el cuerpo y es una manera de mostrar que queremos seguir viviendo, además, tiene que ver con formar parte de algo, crear o mantener relaciones, estar /ser comunidad, sentirse valorada/o, incluso hasta podría significar ser parte de una familia, por lo tanto, en todas esas posibles significaciones, ser parte de la mesa tiene que ver con aceptación e inclusión.

Viendo la mesa desde esa perspectiva, en nuestra historia como América latina, muchas/os hemos quedado históricamente fuera de ella por pensar diferente, por vernos diferente, por el género, por diferencias económicas, entre otras más. Esta historia se ha ido repitiendo a lo largo del tiempo desde la época de Jesús, siendo él mismo quien se encargó de dejarlo en evidencia y re dignificar a aquellas personas que habían sido excluidas, no solo por la sociedad de ese tiempo, sino también, por quienes decían amar a Dios y ser sus seguidores.

A lo largo de los años que llevo congregándome, he participado de muchas ceremonias de Santa cena. Recuerdo que la primera vez que lo hice era una adolescente y fue una experiencia que me hizo sentir muy confrontada con mi manera de vivir, porque me habían dicho que para compartir ese acto tenía que estar al nivel de santidad que ameritaba y yo no sabía si lo estaba. Me sentía, en ese momento, oscilando entre temor, vergüenza y privilegio y sin entender porque esta invitación era solo para algunas/os.

¿Qué criterios usa Jesús para invitarnos a su mesa? Jesús hablaba del reino de Dios, un reino que propone asumir una realidad colectiva y de convivencia digna. La invitación de Jesús a la mesa, proponía validar la justicia, dignidad y amor como parte del plan de Dios.

Veamos dos ejemplos:

  • La mujer que derrama el perfume (Leer Marcos 14:3-9). Mientras estaban en la mesa, una mujer derrama un frasco de perfume de gran precio a los pies de Jesús. Una de las reacciones de los presentes fue una visión más “mercantilista”, pero Jesús decide validar a la mujer y su acción haciendo notar un principio del reino que él proponía: dar y repartir.
  • El gran banquete (Leer Marcos 14:12-31). Esta es la última cena de Jesús y sus discípulos. De esta mesa quiero destacar que (aunque era un público menor que en otras ocasiones) todos participaron por igual, incluso quienes tenían ideas distintas. Se destacan entre los participantes a publicanos, zelotes, pescadores e incluso uno que luego le vendió. Esta es precisamente una mesa que no persigue a quien no piensa igual y propone cambios de rumbos. Es un símbolo de inclusión.

Jesús en sus invitaciones a la mesa procuró siempre la integración de grupos marginados, igualdad de oportunidades en el espacio y una distribución justa de riquezas. A todas/os se les repartió y todas/os comieron.

Como iglesia, ¿seguimos el ejemplo de Jesús?  Participemos de la mesa y “las mesas” reflexionando en afirmar una fe que asuma compromisos que transformen.


Francisca Pacheco Alvarado, de Valparaíso, Chile, vive actualmente en la ciudad de Istmina, Chocó, Colombia. Ella hace parte del grupo V del programa Semilla Colombia y trabaja con los Hermanos Menonitas de la región en un proyecto de «Educación para la paz» y en Fagrotes (Fundación Agropecuaria Tejiendo Esperanza).

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