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Por Charissa Zehr, Megan Turley and Elise Ditta, trabajadores en CCM Honduras.
La comunidad internacional ha traído su atención a las elecciones presidenciales en Honduras que se llevaron a cabo el pasado domingo 24 de noviembre. La presencia de algunos observadores nacionales e internacionales hizo que el día transcurriera relativamente en paz pero la tormenta política esta lejos de terminar. Las autoridades electorales no han dado un resultado final y están enfrentando acusaciones de fraude electoral; sin embargo, las proyecciones muestran al candidato por el partido nacional, Juan Orlando Hernández, como el ganador de estas elecciones.
Mientras que la cobertura internacional de las elecciones ha crecido cada vez más en las últimas semanas, la tensión por estas elecciones se ha desarrollado internamente por años. Esta presidencia no será el resultado de un día de votación sino la culminación de años de haber planeado y usado la maquinaria política apuntando a la inequidad y debilidad estructural en Honduras para que no fuera solo un fraude el día de elección.
La predecible victoria del candidato por el partido nacional, Juan Orlando Hernández, no solo se materializo el 24 de noviembre. Es el resulto de años de sigilosa planeación; hecha realidad, por la debilidad institucional y la población vulnerable. En un país con clases económicas altamente estratificadas, el poder político y la riqueza se concentran, evidentemente, en el escalón más alto de la sociedad. Un pequeño porcentaje de hondureños, entre empresarios magnates y familias adineradas por herencia, conforman la oligarquía que trabaja arduamente para mantener todo en su lugar, como siempre ha estado. Es la economía desigual que los ha puesto a ellos donde están y que continúa poniéndolos en el poder. Pero estos pocos ricos no se pintan fácilmente de rojo o azul. Encontrándose en la cima de cualquier partido político, ellos comparten un truco en común para usar lo que sea como un despojo para propaganda política.
No es un secreto que Honduras tiene un sistema de educación publica muy pobre, y esto también puede ser usado como una ventaja política. Es más fácil manipular a las personas con poca educación, que no tienen acceso a la información o viven en regiones apartadas del país. Todos estos factores continúan deteriorando la confianza de los hondureños en el gobierno y la creencia de que las cosas pueden cambiar. Hernández es un experto usando el sistema político para ganar votos. El ha sido el presidente del Congreso Nacional desde 2010 y ha usado su posición para consolidar su poder y presionar através de reformas populares que incluyen la mayoría popular (70% de la población hondureña esta a favor) y su extremada preocupación por la policía militar.
Las más recientes ruedas de prensa y reuniones de campaña de Hernández han sido muy fuertes y convincentes. Como Honduras no tiene leyes para el financiamiento de campañas, no hay manera de saber de dónde Hernández (o cualquiera de los otros candidatos) obtuvieron el dinero para sus costosas campañas. Además, Hernández también fue acusado por comprar votos en poblaciones vulnerables, de manera directa o indirecta antes de las elecciones. Algunos ejemplos incluyen dar la “tarjeta de descuento” del partido nacional, estufas de leña e incluso amenazando con descontinuar el programa del gobierno de bonos llamado “Bono 10 mil”, si el no fuese elegido.
Hablando con algunos hondureños, se podía percibir una expectativa que Hernández y el Partido Nacional saldrían ganadores. Ciertamente, los seguidores de los partidos opuestos desconfiaban de la campaña de el, pero se debe reconocer que el numero de personas que votaron por el, (incluso en contra de su partido político) lo hicieron porque el les dio mercados, beneficios y políticas que apaciguaban sus temores hacia la violencia. Mientras que aun existe un palpable escepticismo de transparencia en el proceso electoral, — la realidad es que de hecho el hizo “lo que tenia que hacer” para obtener los votos a su favor.
A pesar de estos juegos políticos, hubo una esperanza genuina por un resultado diferente. La gente esperó que esta vez las cosas cambiaran. Ellos confiaron que con un gran numero de comunidades de internacionales vigilando, hubiera menos tolerancia hacia la corrupción. Las personas sabían que el proceso electoral era imperfecto, pero se presentaron a votar, motivados por su esperanza en que las cosas mejorarían.
Una de las razones de esa esperanza fue el cambio de un sistema bipartidista a un sistema multipartidista. Hernández sólo obtuvo el 34% de los votos. Mientras que los votos “no nacionalistas” se dividieron entre Libre (29%), PAC (16%) y el Partido Liberal (21%) en las elecciones presidenciales. La esperanza de esta diversidad de opinión electoral resulto muy fuerte en las elecciones de congreso, donde el partido nacional sólo obtuvo la minoría de escaños. ¿Cómo esto resulta para la presidencia de Hernández? Un congreso potencialmente dividido podría significar menos acción del congreso y más poder ejecutivo. Sin embargo, la esperanza para aquellos que no votaron por Hernández es una rama ejecutiva vigilada por un congreso más equilibrado que refleja la diversidad en la opinión hondureña, mucho más que antes.
La desesperanza por los asuntos de seguridad, problemas económicos y corrupción, combinados con el repentino nacimiento de más opiniones políticas han liderado al uso de métodos democráticos más activos y constitucionalmente conscientes (protestas, organizaciones vigilantes, mayor y mejor diseminación diversificada de información através de los medios, nuevos partidos políticos, etc.) para hacer un llamado a la justicia. En una atmosfera históricamente oprimida y desilusionada, los hondureños han empezado a encontrar sus propias voces aunque tendrán que ajustarse a la idea de tener un presidente sin apoyo de la mayoría – una ventaja que para el alcance que los hondureños pueden respetar su propia voz profética y usarla para trabajar por el cambio.
Entonces, ¿todo el sistema político y el débil gobierno van a cambiarse en sólo un ciclo electoral? Tal vez no. La desigualdad entre las clases hondureñas es muy profunda, así como el controlado sistema bipartidista por la oligarquía. Los obstáculos para un nuevo presidente –de cualquier partido– son de enormes proporciones. Pero estamos esperanzados en que este momentum político provocara el cambio que Honduras ha estado esperando.