Liliana Alveraz Woo es la representante de CCM Mexico.
Una de las indicaciones a la hora de evacuar algún predio durante un sismo es asegurarse de que la estufa esté apagada. Durante el terremoto del martes 19 de septiembre nuestra salida fue tan apresurada y asustadora que no tuvimos en cuenta que dejamos la estufa encendida cocinando el arroz para el almuerzo, ¡menos mal estaba en fuego bajo! Esta vez el temblor fue tan repentino que ni las alarmas en la cuidad se activaron. Todo fue cuestión de segundos.
No es la primera vez que sentimos un sismo fuerte en la Cuidad de Mexico, pero si la primera vez que sentimos tanto temor de quedar bajo escombros. El miedo es una expresión normal frente a una situación de emergencia como la que vivimos; sin embargo no se va rápido, no se “supera” al enfrentar la emergencia. El temor o “nerviosismo” que sentimos aún prevalece como mecanismo de defensa y alerta. Ya saben que un terremoto no se puede anticipar como un huracán o una inundación, de modo que debemos abrazar el miedo y tomarlo como aliado a la hora de reaccionar.
Al bajar las escaleras del edificio en el que vivimos escuchamos tantas voces de los vecinos y sus lamentos –mismos que, sin quererlo, han quedado grabados en la memoria. Yo pensé que el sonido que más me causaba tensión era el de la alarma que anuncia un sismo —y de hecho lo sentí ese día en la mañana luego de escucharla durante el simulacro que se efectúa cada 19 de Septiembre y con ocasión del aniversario del terremoto de 1985. Pero ahora creo que a eso le gana el crujir de las estructuras del edificio y los lamentos de las personas.
Una semana antes habíamos sentido fuertemente el sismo de 8.1 en la escala de Richter que afectó notablamente al sur del país por lo cual nuestra situación de crisis emocional se agudizó. Los daños y afectaciones se ven en los edificios, pero también en la energía de la gente, en los rostros o testimonios de los sobrevivientes del 85 y en las historias que pasan por la tele. Los daños materiales demuestran en gran parte la negligencia de los gobiernos que invade este hermoso país.
Al volver de la escuela de donde recogimos a nuestro hijo, recordé súbitamente el arroz que había dejado en la estufa, AY! Por fortuna no hubo mayor problema para subir, apagarlo y volver a bajar. Pero al subir….el miedo recorría todo el cuerpo y las preguntas eran: ¿y si viene una réplica, este edificio resistirá?* Y resistió!
La estufa (con el arroz) en bajo no causó daño alguno. Olvidar apagarlo y salir de prisa fue una reacción priorizada por el cerebro ante la emergencia. Sin embargo, una vez a salvo la memoria vuelve y enciende otra alerta sobre el potencial peligro. Es así que apagar el arroz se convirtió en una señal de acción a pesar del miedo, del riesgo propio. El edificio resistió** y dos días después de las revisiones técnicas y reconexión eléctrica pudimos volver a nuestro hogar. Acción y resistencia a pesar del miedo, dos grandes momentos de esperanza.
México vivió dos terribles episodios en menos de 15 días donde la tierra se ha estremecido y dejado miles de personas sin casa y sin vida. Pero también sabemos que nuestro miedo inspira acciones de apoyo y resistencia!
*Al menos dos edificios en nuestra colonia colapasaron.
**”No nos vamos a mover de aquí hasta que te tengamos con nosotros” fue la frase que una joven mujer mencionó a su hermano atrapado por los escombros luego de que el edificio colapsara 50 minutos después del terremoto. Su hermano volvió al departamento a recoger algunas pertenencias y falleció por el colapso.