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Ver las reflexiones de CCM Washington sobre La Posada y la Caravana de Migrantes aquí.
Elena Huegel se graduó de EMU y trabaja en Chiapas con el Instituto de Estudios e Investigación Intercultural, A.C. (INESIN) a través de Global Ministries of the Christian Church, Disciples of Christ y United Church of Christ. INESIN es un socio de CCM en México.
Ayer en el supermercado, el olor de un arreglo nuevo en un rincón de la sección de frutas y verduras me transportó a mi infancia en la Comunidad Teológica de la Ciudad de México. Habían tejocotes, canela, piloncillo, mandarinas, caña de azúcar, pasas y tamarindos, los ingredientes para el ponche caliente de la navidad Mexicana. Me detuve un momento para respirar los receurdos.
“La posada,” la fiesta Mexicana de la navidad, es un tiempo especial para recordar cómo María y José no pudieron encontrar dónde quedarse en Belén. Recuerdo el dulce olor del ponche llenando la noche fría de invierno conforme decorábamos con papel picado y el pesebre. (¡En mi familia, llegaban los reyes magos al pesebre en el tren de juguete de mi papá!) Las piñatas de aquel entonces eran estrellas de papel maché pero con corazón de olla barro, llenas no de dulces como hoy día, sino de caña de azúcar (que pelábamos con los dientes, y después de chupar las fibras, escupíamos en el patio) y de mandarinas. ¡Hasta este día, me encantan las mandarinas y evito las piñatas! No me se me puede olvidar cómo, de niños, teníamos que esquivar los filudos pedazos de olla que volaban por el aire después de los alocados batazos de algún niño vendado armado con un palo de escoba. ¿A quién se le ocurre?!!
Uno de los villancicos de navidad que se canta durante “la posada” ha estado en mi cabeza todo el mes. Este canto tradicional involucra la representación de una parte de la historia de navidad. La mayoría de los asistentes se quedan afuera de la casa o el lugar donde se ha preparado la fiesta. Se visten con disfraces y dos personas representan a María y José. Aquellos que están dentro de la casa representan a los que llenaban la posada, y entre ellos, se selecciona a alguien para representar al dueño. Los que están afuera y los que están adentro se turnan cantando el siguiente villancico.
José, María y los que están afuera cantan:
En el nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Aquí no es mesón, sigan adelante. Yo no puedo abrir, no sea algún tunante.
José, María y los que están afuera cantan:
No seas inhumano, tennos caridad, que el Dios de los cielos te lo premiará.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Ya se pueden ir y no molestar, porque si me enfado, los voy a apalear.
José, María y los que están afuera cantan:
Venimos rendidos desde Nazaret. Yo soy carpintero, de nombre José.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
No me importa el nombre, déjenme dormir, pues ya les digo que no hemos de abrir.
José, María y los que están afuera cantan:
Posada te pedimos, amado casero, por sólo una noche para la Reina del Cielo.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Pues si es una Reina quien lo solicita, ¿cómo es que de noche anda tan solita?
José, María y los que están afuera cantan:
Mi esposa es María, es Reina del Cielo, y madre va a ser del Divino Verbo.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
¿Eres tu José? ¿Tu esposa es María? Entren, peregrinos, no los conocía.
José, María y los que están afuera cantan:
Dios pague señores, vuestra caridad, y que os colme el cielo de felicidad.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Dichosa la casa que abriga este día a la Virgen Pura, la hermosa María.
En este momento, se abre la puerta y los que están afuera entran y todos cantan:
Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, no de esta pobre morada sino de mi corazón.
Esta noche es de alegría, de gusto y de regocijo, porque hospedaremos aquí a la Madre de Dios Hijo.
He estado pensando en estas palabras y si acaso María, José y su bebé aun por nacer serían llamados por otros nombres hoy día. ¿Serían acaso turistas, migrantes, refugiados, viajeros o desplazados en vez de peregrinos?
Tenemos todos los anteriores aquí en Chiapas al estar preparando para el adviento, la posada y la Navidad. Mientras que las noticias mundiales se enfocan en una caravana de migrantes, y el gobierno Mexicano trata de responder a la presión interna e internacional, las noticias y el gobierno se mantienen en silencio en cuanto a los más de mil niños, mujeres, hombres y ancianos forzados a salir de sus tierras la semana pasada aquí en los altos Chiapas. Esta es una de varias comunidades forzadas a desplazarse en los últimos años. Partidos políticos y compañías mineras, energéticas o forestales igual que los carteles se pelean por las valiosas tierras donde han vivido los pueblos originarios. Una estrategia para “vaciar” estas áreas de sus poblaciones y abrir el territorio a “nuevos negocios” de todo tipo, ha sido hacer que una comunidad se pelee contra la otra, soplando sobre las brazas de conflictos territoriales nunca resueltos. Es casi imposible desenmarañar el tejido de intereses y alianzas secretas entre el gobierno y los partidos políticos, las multinacionales y las mafias (que trafican en armas, drogas y personas. )
- Los desplazados vienen, huyendo de violencia en sus comunidades escondidas entre los cerros.
- Los turistas de Europa y Estados Unidos vienen a ver los sitios arqueológicos de las antiguas civilizaciones Maya.
- Los migrantes del Caribe y Centro y Sur América vienen, algunos de paso a Estados Unidos, y otros para quedarse.
- Los refugiados vienen, escapando de amenazas de muerte especialmente en Honduras y El Salvador, y ahora de Nicaragua, también.
- Los peregrinos vienen buscando medicina alternativa de sanadores Maya o para visitar las comunidades en resistencia y aprender de sus propuestas políticas y sociales.
- Viajeros vienen, personas que se enamoran de la belleza y diversidad de Chiapas, se quedan un tiempo, y luego se van otra vez.
En el sur de México, las personas están en constante movimiento. Por lo tanto, es un lugar maravilloso para practicar los dones y los desafíos de la hospitalidad. Los hermanos y las hermanas del programa Retoños en las ruinas: esperanza en el trauma en Juchitán, Oaxaca, a quienes he estado acompañando por más de un año desde los terremotos de septiembre 2017, son un ejemplo de cómo la hospitalidad de “la posada” se expresa en el día a día Mexicano. Algunos aun no han regresado a sus casas después de los terremotos porque no han podido lidiar con los costos exagerados de la reconstrucción. Otros aun no tienen trabajo pues no se han repuesto los negocios locales. Y sin embargo, cuando el más reciente de las caravanas migrantes desde Centroamérica pasó como a 50 kilómetros de su ciudad, por varias semanas prepararon comida caliente, y viajaron hasta la carretera por donde pasaron los caminantes, y atendieron a sus necesidades como podían.
Sabemos cómo se siente estar sin hogar, el querer algo mejor para la familia, pero sentirse impotente. También sabemos cómo se siente al recibir el amor, el cuidado y el acompañamiento del pueblo de Dios que vino a nosotros justo en el momento de nuestra mayor necesidad. Teníamos que compartir lo poco que teníamos con los que no tenían nada, ni siquiera un lugar seguro donde dormir.
Los hermanos y las hermanas de Juchitán me han inspirado para encontrar nuevas formas para celebrar “la posada”, la fiesta mexicana de la hospitalidad, en esta navidad. Les invito a que todos abramos un rincón de nuestros corazones a peregrinos, turistas, migrantes, refugiados, viajeros y desplazados y a recordar lo que dice Hebreos 13:2 (DHH) “ No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.”
Credo del Migrante
Creo en Dios Todopoderoso,
quien guió a su pueblo en el exilio y en el éxodo,
el Dios de José en Egipto y de Daniel en Babilonia,
el Dios de los extranjeros e inmigrantes.
Creo en Jesús Cristo un desplazado de Galilea,
quien nació lejos de su gente de su casa,
quien tuvo que huir del país con sus padres cuando su vida estuvo en peligro,
y quien al volver a su propio país tuvo que sufrir la opresión del tirano Poncio Pilato,
el sirviente de un potencia extranjera.
Fue perseguido, golpeado, torturado,
y finalmente acusado y condenado a muerte injustamente.
Pero que en el tercer día, este Jesús rechazado resucitó de la muerte,
no como un extranjero sino para ofrecernos la ciudadanía celestial.
Creo en el Espíritu Santo,
el inmigrante eterno del Reino de Dios entre nosotros/as,
quien habla todos los idiomas,
vive en todos los países y une a todas la razas.
Creo que la Iglesia es el hogar seguro
para todos los extranjeros y creyentes que la constituyen,
que habla el mismo idioma y tiene el mismo propósito.
Creo que la comunión de los santos comienza
cuando aceptamos la diversidad de los/as santos/as.
Creo en el perdón, el cuál nos hace iguales
y en la reconciliación, que nos identifica más
que una raza, lenguaje o nacionalidad.
Creo que en la resurrección,
Dios nos une como un pueblo
en el cual todos somos distintos
e iguales al mismo tiempo.
Creo en la vida eterna más allá de este mundo,
donde ninguno será inmigrante
sino que todos seremos ciudadanos/as del Reino de Dios
que no tiene fin. Amén.
(Escrito por José Luís Casal; Traducido por Rev. Lilia Ramírez)