Mi nombre es Axel Mencía Monroy. Tengo 20 años, y nací en la ciudad de San Pedro Sula. Actualmente vivo en La Ceiba, lugar en el que soy pasante de diseño gráfico en Ceutec. Tengo muchas metas en mi vida que quiero cumplir si o si, unas de ellas es ayudar a las personas que lo necesiten. Practico actividades que expanden mis conocimientos, soy un entusiasta del desarrollo personal, creo en Dios como mi salvador y todopoderoso por sobre todas las cosas. Mi filosofía de vida se basa en arriesgar para conseguir, lema con el que he conseguido muchas satisfacciones. Trabajo en producción audiovisual, fotografia, Diseño gráfico y literatura. En mis momentos libres me fascina tocar mi ukulele, mientras me tomo una limonada en la playa y sin mencionar las horas que juego a videojuegos.
Comité Central Menonita (CCM) y Proyecto Aldea Global, cooperando por una sola causa, en junio de 2018 se llevó a cabo otra jornada de Manos a la Tierra, con un tema muy específico “Protección a la niñez” en el cual se impartieron talleres sobre la autoestima, los derechos de los niños, entre otros.
En Latinoamérica se estima que crecen aproximadamente cuatrocientos millones de niños, niñas y jóvenes, cerca del 50% de quienes nacen y crecen en zonas urbanas. De este 50%, el 65% de ellos crecen en aglomeraciones urbanas de bajos ingresos, en las cuales sus derechos se ven limitados y por ende se violentan de alguna manera.
La protección a la niñez en Honduras: este es un tema del cual no se habla mucho, sin embargo, todos los días nos encontramos con infantes en muchas situaciones. Honduras es un país que cuenta con derechos y deberes hacia los niños, pero en muchas ocasiones hacemos caso omiso a esto dejando pasar por alto la realidad que muchos niños y niñas viven a diario. El Comité Centra Menonita decidió tomar cartas en el asunto haciendo de este su tema especial, enfocándose en miembros jóvenes menonitas de todo el país, así se reunieron a 24 jóvenes con muchas ganas de ayudar a sus comunidades.
Jueves 7 de junio fue el día en que los jóvenes menonitas llegaban a Siguatepeque para comenzar con este proceso. Llegaron personas de Tocoa, Rigores, Trujillo, Saba, Sonaguera, La Ceiba, San Pedro Sula y San Marcos de Colón, y se reunían para aprender sobre algo nuevo. Fue un viaje en que se vivieron muchas emociones. La mayoría de ocasiones todos tienen una perspectiva diferente sobre una idea o un concepto; en este caso acudiré a presentar mi experiencia. Honestamente al principio no tenía idea alguna de lo que iba a ocurrir en Siguatepeque, y para ser sincero lo que me llamó más la atención fue conocer a Siguatepeque.
El jueves que era el día en que nos reunimos en las Iglesias locales. Mis hermanos y yo estábamos listos y dispuestos para emprender el viaje desde la región de Colón. No sabíamos que sería tan largo el viaje. Lo gracioso es que estuvimos once horas en un microbús para llegar a Siguatepeque, sin muchas energías esa noche del jueves, pues luego de una amena bienvenida y una rica cena descansamos.
La mayoría de los jóvenes que estuvimos presentes, estábamos acostumbrados a un clima un poco más cálido; al despertar a las 7:00 de la mañana se comenzaba a sentir lo frio de esta ciudad cubierta por pinares. Antes de comenzar a recibir el taller aún me preguntaba porque estaba ahí – un viaje a Siguatepeque se podría hacer en cualquier momento – sin saber que Dios había preparado un plan para mí. El día y las actividades comenzaron, luego de aprender y reír (reír en serio mucho), me comenzaba a dar cuentas de algunas situaciones que viven nuestros menores en el país.
La ayuda que brindaríamos con un poco de información sería vital para niños y niñas que son violentados. Con muchos temas por aprender y pocos días para terminar, los talleres cada vez fueron de mayor influencia para todos nosotros. Autoestima: una palabra fácil de decir, pero un poco complicada de reflejar – este fue el primer tema que abordamos, con el cual nos daríamos cuenta de la situación que viven menores de edad.
Una de las actividades que más me llamo la atención es en la que tuvimos que crear ideas para poder promover la protección a la niñez en nuestras comunidades. En nuestro país es muy común encontrar casos en los que los más pequeños no asisten a la escuela. Según la ley de Honduras, todos los niños y las niñas tienen el derecho y el deber al estudio, sin embargo, muchos padres y madres no tienen conocimiento sobre este tipo de leyes y no saben que están violentando sus derechos. La solución a la que llegamos era replicar la información que habíamos recibido en Manos a la Tierra. En este punto ya sabía el plan de Dios para mí, que es ayudar a los demás. Sabiendo esto, podría vivir cada momento más feliz.
“Los seres humanos somos sociables por naturaleza” muchas veces había escuchado esta expresión hasta que al final de cada jornada mi lista de contactos en WhatsApp se llenaba más, el aprender junto a más jóvenes que creen y confían en Dios, es una experiencia que no se olvida. Y así nos fuimos por el centro de la ciudad conviviendo con jóvenes que uno no espera conocer mucho menos escuchar sus historias. Fuimos a la tienda Amish, una repostería que tiene los postres más deliciosos que he probado. La experiencia que se vivió en Manos a la Tierra 2018 sin duda, ha sido de los mejores momentos en mi vida.
Fotos: Axel Mencia.