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Ricardo Torres es el coordinador de programas de educación con MCC Colombia.
Eran las dos de la tarde del día 3 de junio de este año, cuando se parquearon cuatro Chivas (Buses de transporte público turístico), frente al Colegio de los Hermanos Menonitas en la cuidad de Cali. Cuál fue mi sorpresa pues me habían hablado de que un grupo de aproximadamente 50 personas viajarían a tener una vigilia en un pueblo cercano; la vigilia tenía como lema “la unidad de las iglesias y respaldo a la iglesia anfitriona en su en su proceso de construcción de paz”. Comenzaron a llegar hermanos y hermanas de las iglesias más cercanas; mi corazón se emocionó al ver un ambiente de alegría y fiesta en todos los que iban llegando.
Se llenaron las cuatro chivas, nos encomendamos a Dios y partimos para la vereda donde se realizaría la vigilia; supongo que algunas personas siguieron orando durante el recorrido ya que el sector a donde nos dirigíamos tiene una reputación de ser un sector conflictivo, donde aún se anidan algunos grupos armados, además de las fuerzas militares.
En el recorrido hacia la vereda se nos anexaron otras tres chivas y un bus con más hermanos y hermanas de los alrededores de Cali y las iglesias que están en el Departamento del Cauca; el viaje que dura aproximadamente tres horas, se nos convirtió en una gran caravana con niños, niñas, jóvenes, adultos y hasta personas de la tercera edad. Mientras los conductores se disponían a subir montaña arriba, se escuchaba el entusiasmo de la gente cantando himnos y coros.
Mientras tanto en La Esperanza, una vereda de aproximadamente 600 habitantes ubicada en las montañas del Cauca, Colombia, se alistaba la iglesia anfitriona “Cristo la Unica Esperanza” de los Hermanos Menonitas, con los preparativos para recibir a la delegación. Aunque se llevaban sillas plásticas de la ciudad, la comunidad compartió todas sus sillas plásticas para llenar el polideportivo, donde el día 13 de Abril del 2015 sucedió una masacre en la que murieron 9 soldados del Ejército Colombiano.
Las hermanas y los hermanos se disponían a preparar la cena para las visitas como expertos; se fijaban que hubiese comodidad dentro de las limitaciones que tiene la vereda y en fin, realizaban cuanta tarea fuese necesaria para tener un evento magno, a la altura, para que todos y todas se sintiesen como en casa.
Cuál fue la sorpresa de la Iglesia y la comunidad, cuando comenzaron a llegar chiva tras chiva pitando como quien dice “Ya llegamos”. Se veía la emoción de las personas de la comunidad al ver llegar tantos carros con personas cantando alabanzas al Señor. Toda la vereda se llenó de celebración, salían de sus casas y saludaban a la delegación; recordé en ese momento una de las recomendaciones generales que hizo el Apóstol Pablo a la Iglesia de Filipos, “Alégrense siempre en el Señor. Repito alégrense; que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas……”
Al bajarnos de las chivas, nos enviaron directamente para la iglesia donde nos esperaba la cena. Al conocer de antemano la iglesia, me asusté pues no sabía cómo atenderían en una estructura tan pequeña a tanta gente a la vez. Todo estaba calculado; la cena ya estaba servida; la gente entraba por una puerta, recibía su porción y su jugo y salía por atrás de la cocina; quedé impresionado con la agilidad de las hermanas para repartir alimentación a más de cuatrocientas personas; “Que locura” dije para mis adentros; “estas hermanas bien pueden atender a todo un Congreso Mundial Menonita.”
Terminada la cena nos trasladamos al polideportivo para comenzar la vigilia. Debo confesar que al mirar la cantidad de sillas y ver que aún seguían ubicando más sillas, le dije al Pastor de la iglesia anfitriona Roberto Yonda, “Pastor yo creo que son suficientes sillas, no deberíamos traer más.” (yo tuve que cargar algunas) El pastor me contestó serenamente, “¿usted cree que ya es suficiente?” y se quedó callado. Mi poca fe.
El polideportivo se fue llenando, aunque llovía a cantaros y se fue la electricidad; todos a una viva voz comenzaron a cantar y poco a poco se fue calmando la tormenta. Justo a las 9 de la noche, tiempo en que estaba programado comenzar la vigilia, sonó el motor de una planta eléctrica.
Se prendieron 6 bombillos y con eso fue suficiente para poder ver los rostros de regocijo que tenía la multitud; rostros de celebración, de esperanza, de satisfacción; la comunidad completa quedó sin electricidad así que la discoteca que está justo antes de subir al polideportivo cerró y en fin la comunidad entera se dispuso a llegar a la vigilia, para un total de casi 800 personas. Durante toda la noche no regresó la electricidad, solo el polideportivo tenía luz.
El pastor Roberto Yonda dio la bienvenida a las delegaciones procedentes del Valle y Cauca y a los invitados de otras iglesias no menonitas, como: Bautistas, Centro Misionero Bethesda, Alianza Cristina, Pentecostal Unida de Colombia, Linaje del Rey, y a la comunidad de la Esperanza, y se comenzó con los programas que traían las iglesias.
Cabe resaltar que aunque todas las presentaciones fueron de gran bendición y celebración, destaco una presentaciones que desde mi punto de vista fue un gran mensaje de esperanza y reconciliación para todas las personas presentes, el testimonio dado por la hermana Sandra Guasaquillo, de la iglesia anfitriona. Ella relató las duras dificultades que tuvo la comunidad en años anteriores con los grupos armados, la persecución y amenaza que recibió la iglesia y cómo año tras año Dios les fue mostrando una luz de esperanza que les retaba a ser Sal y Luz en medio de esas penumbras por las que estaba pasando toda la comunidad. La Iglesia decidió pedir ayuda a la organización de los Hermanos Menonitas encargada de los temas de construcción de paz, EDUPAZ, y después de varias visitas de discernimiento se comenzó un proceso de reconstrucción de la confianza de la comunidad, a través del mensaje pacificador de Jesucristo.
Hoy en día la Iglesia “Cristo la Única Esperanza” es una iglesia líder, que ha ganado todo el respeto no solo de la comunidad de La Esperanza, sino también de otras comunidades cercanas. La iglesia le ha mostrado a la comunidad que la unidad hace milagros y entre juntos se puede trabajar por el bien común. Han construido un parque para la niñez y han logrado que todos y todas puedan celebrar la gracia que tiene Dios para la comunidad. El nivel de violencia bajó en un gran porcentaje, lo que hizo posible que llegásemos centenares de personas de diferentes partes, como regalo y estímulo por todo el trabajo que ha realizado la iglesia en la comunidad. La hermana terminó su testimonio expresando que su iglesia es una iglesia de puertas abiertas para todo el que desee acercarse y recibir la bendición de Dios. Esto es muy diciente, puesto que muy cerca de la comunidad se encuentra una de las zonas veredales que destinó el gobierno de Colombia para un grupo grande de excombatientes de las Farc.
Toda la noche fue de celebración y regocijo; todos a una misma voz cantándole al Señor; a nadie se le vio con sueño y el tiempo pasó tan rápido que de repente se nos dijo: ya debemos alistarnos para salir; eran las seis de la mañana siguiente cuando el sol volvió a mostrar sus primeros rayos de luz en el horizonte. Nos subimos a las chivas y partimos no sin llevar en la memoria esa hermosa noche; ese ejemplo de comunidad.
La Esperanza está ubicada en el Departamento de Cauca; uno de los más azotados por la guerra en Colombia. La iglesia “Cristo la Unica Esperanza” lleva 33 años de hacer presencia en la comunidad; en la actualidad cuenta con una membresía de aproximadamente 95 personas.