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Charissa Zehr trabaja con la oficina de incidencia política de CCM en Washington, DC.
Dados los rápidos cambios en la política migratoria, se ha prestado mucha atención a cómo EE. UU. trata a los buscadores de asilo y a otras personas que llegan a la frontera entre EE. UU. y México. Especialmente preocupante es una nueva política que separa a la fuerza a los niños y niñas inmigrantes de sus padres.
De igual relevancia son los cambios en la política exterior que ocurren al sur de la frontera y que tendrán profundos impactos en las personas que huyen de sus hogares para buscar seguridad y asilo en otros lugares.
Funcionarios de EE. UU. y México se reunieron recientemente para discutir un potencial acuerdo de “tercer país seguro”, similar al que ya existe entre EE. UU. y Canadá. El acuerdo requeriría que los buscadores de asilo de Centroamérica postularan en el primer país “seguro” al que lleguen, es decir México, y le permitiría al gobierno de EE. UU. ignorar las solicitudes en su propia frontera.
El sistema de asilo en México está sobrecargado y es incapaz de procesar adecuadamente las solicitudes. El año pasado, la cantidad de personas que pidieron asilo en México aumentó un 66 por ciento en comparación con 2016, y un impactante 326 por ciento cuando se le compara con las solicitudes de 2015.
México también tiene una estrategia agresiva de control migratorio en su frontera sur, impulsada con apoyo financiero de EE. UU. Cruzar este vasto país se ha vuelto cada vez más peligroso para los migrantes, en la medida en que las fuerzas de seguridad pública intensifican sus detenciones de migrantes, mientras que las redes criminales organizadas sacan provecho de la gente, tanto mexicana como extranjera, en cada nueva circunstancia.
Tercerizar los procesos de asilo a México es en realidad una decisión de conveniencia política y pasa por alto nuestra obligación legal de ofrecer debido proceso a buscadores de asilo en EE. UU. Políticas como estas tratan los síntomas y no las causas que llevan a las personas a huir de sus hogares.
Algunas de aquellas causas son bien comprendidas. Las bandas criminales alimentan la inseguridad al extorsionar a dueños de pequeños negocios e incluso a la policía para mantener el control de su territorio. La pobreza es el resultado de una confluencia de factores; pero entre los que no suelen mencionarse están los tratados de comercio injustos con EE. UU. que favorecen a los agricultores y corporaciones instalados en Estados Unidos. Los patrones meteorológicos impredecibles, exacerbados por el cambio climático, hacen que sea insostenible vivir de la agricultura en grandes áreas de Centroamérica.
Hay otras razones que rara vez son tratadas por los responsables de elaborar las políticas o por los principales medios noticiosos: en Guatemala, un exitoso cuerpo anticorrupción está siendo debilitado por un actual Senador de EE. UU.; en Honduras, manifestantes pacíficos que protestaban contra elecciones ilegítimas fueron violentamente reprimidos por la fuerza pública; por toda la región, la impunidad generalizada en los sistemas de justicia penal permite que el crimen organizado y los carteles de droga persistan.
La gente está huyendo debido a miedos creíbles y amenazas creíbles contra sus vidas. En lugar de abordar las causas que están detrás del peligro y la violencia o el rol de nuestro gobierno en estas causas, el gobierno de EE. UU. se empeña en ignorar los sistemas de injusticia y brutalidad que están empujando a las personas a abandonar sus hogares.
Como constructores de paz dedicados a la búsqueda de la justicia, debemos acoger a las personas que buscan refugio y seguridad. El profeta Jeremías dice: “si realmente hacéis justicia mutua y no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda… entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar…” (Jeremías 7:5-7, Biblia de Jerusalén). Hay oportunidades de buscar el bien común para todos en nuestras comunidades, haciendo frente a la discriminación por cualquier estatus de “forastero” que las personas puedan tener.
Más allá de nuestro contexto local, también podemos influir en las políticas que impactan a los inmigrantes y buscadores de asilo en toda la nación. Usted puede apoyar la campaña para mantener a las familias unidas, instar a funcionarios electos a reducir la militarización y preguntar a sus representantes cómo están promoviendo políticas contra la pobreza que no provoquen más desplazamientos ni desigualdades. Por medio de estas acciones, podemos demostrar nuestra preocupación por los buscadores de asilo y hacer un esfuerzo genuino por abordar las injusticias que los obligan a huir.