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Anna Vogt es la analista de Contexto Regional para el CCM.
El ambiente en la plaza de Bogotá era más sombrío que alegre durante el acto final para celebrar la entrega de armas de las FARC-EP. Sí, había unos globos, banderas y una mándala, pero más allá de eso, un sentir de incertidumbre que cubrió la plaza. Decisiones recientes de la Corte Constitucional cambiaron el poder del Gobierno Nacional de actuar de manera rápida para implementar los acuerdos. Se ve también más actividad de forma abierta de los grupos paramilitares en diferentes zonas del país, una amenaza directamente en contra de la paz.
Durante la actividad, una amiga, recién llegada al país, me preguntó sobre la bandera de la UP que había visto. Le explique cómo en 1985, miembros de las FARC crearon un partido político, con la meta de avanzar en sus metas por la vía política. Durante el resto de los años ochenta, miembros de la UP fueron asesinados sistemáticamente por los paramilitares en un acto conocido en Colombia como un genocidio político. Su bandera recuerda la historia complicada que han tenido previos procesos de dejación de armas en Colombia y las amenazas reales que existen cuando se toca el poder de las élites.
Sin embargo, había una respiración colectiva dentro de la multitud al escuchar el sonido distintito del clic cuando los testigos de la ONU cerraron los contenedores con las armas de las FARC. Con un solo cierre, 7.132 armas dejaron de ser parte de una guerra y las FARC cesaron de ser un grupo armado. Mariposas amarillas llenaron las pantallas, transmitiendo en vivo desde Mesetas. Su presencia era un recuerdo para celebrar un paso más hacia la noviolencia. A pesar de la incertidumbre, era un momento que nadie hubiera soñado hace seis años cuando llegué a Colombia.
La semana antes de la dejación de armas, estaba en El Carmen de Bolívar. Pasé un día entero en reuniones comunitarias de la Alta Montaña para escuchar a un grupo de campesinos hablar sobre el aguacate. En un momento, me paré al lado de un campesino, sosteniendo una hoja de aguacate contra el sol. Nos llamó la atención cada detalle en la hoja, su acción era un recuerdo del conocimiento incorporado de los Montes de María y también como una fruta tan sencilla como el aguacate puede generar un efecto de ondulación por toda la región.
Los campesinos, hablaron sobre la importancia del aguacate en casi todos los asuntos de sus vidas diarias desde hace veinte años, en su papel de impulsar la economía de la región. Una mujer mencionó cuando todos los carros que llegaban desde Medellín, esperaban en la carretera para poder comprar los aguacates de la Alta Montaña. La muerte del aguacate, por una plaga tuvo un impacto terrible, en el mismo momento en que llegó el impacto más fuerte del conflicto armado en la zona. Cuando llegaron de nuevo a sus fincas, después de años de desplazamiento y masacres, todo había cambiado, hasta la desaparición de sus queridos árboles de aguacate. Ahora, en vez de producir aguacates para el país, es probable que la mayoría de aguacates a la venta en las calles principales de El Carmen vengan de otras regiones del país. Todavía, las comunidades no tienen algo para reemplazar el aguacate, ni otra fuente de desarrollo sostenible en la zona.
Entonces, el aguacate era la chispa que empezó un movimiento actual de incidencia y reconciliación en la Alta Montaña, con una caminata pacifica en 2013. La leña que usamos para cocinar la comida durante la marcha se recogió de los árboles de aguacate muertos, símbolo de la devastación y la necesidad de nuevas alternativas económicas para proveer vida con dignidad.
Y fue también el aguacate, por lo tanto, el que condujo al arresto de Jorge Montes, como un líder capaz de movilizar a miles de campesinos, acusado de pertenecer a las FARC. En un momento durante su discurso de Mesetas durante la ceremonia de desarme, el líder de las FARC Timochenko declaró claramente la falta de implementación estatal para la amnistía acordada para los presos políticos. Desde el domingo 25 de junio, más de mil presos han iniciado una huelga de hambre, exigiendo el acceso a la justicia de transición. Aunque no es miembro de las FARC, Jorge también está realizando una huelga de hambre, declarando su derecho a que su caso sea escuchado bajo la Jurisdicción Especial por la Paz, nuevas medidas de justicia transicional que incluyan a líderes sociales acusados de pertenecer a las FARC.
A pesar de la dejación de armas, la justicia se ve muy lejos, cuando pienso en Jorge, cada día más flaco en la cárcel, el ambiente sombrío en la plaza tiene sentido. Sin embargo, elijo celebrar. A lo largo de todo el país, jóvenes, a pesar de sus miedos creíbles, dejaron sus armas y tomaron la decisión de usar la palabra para buscar cambios.
La paz es mucho más que solamente el silencio de los fusiles, pero dentro del silencio que están dejando las armas, espero que haya espacio para palabras como las que cuentan historias como la del aguacate. El aguacate representa toda una lección sobre los Montes de María. Es también una historia de coraje y una forma de cómo seguir adelante. A pesar de las amenazas y capturas, los y las campesinos y campesinas de la región siguen juntos para hablar y actuar, de acuerdo a las necesidades actuales de sus comunidades. La huelga de hambre de Jorge hace parte de estas acciones noviolentas de resistencia y justicia social.
Una hoja de aguacate, sostenida contra el cielo, representa conocimiento sobre desarrollo local, organización local, y la capacidad de dejar atrás la desconfianza y el miedo. Esas son las experiencias e ideas que Colombia necesita escuchar en su camino hacia un verdadero posconflicto. Espero que estemos listos para escuchar y aprender del aguacate y la resistencia de la gente de la Alta Montaña.
Firma una petición reclamado justicia en el caso de Jorge Montes, aquí.