This post is also available in: Inglés
Anna Vogt es Analista de Política e Incidencia del CCM LACA. Esta entrada es la conclusión de nuestra serie sobre el tema de migración.
“Al trabajar con personas que son vulnerables, debo estar abierto a recibir de ellas,” dice Beto Ramos, mientras nos sentamos en un círculo en medio de muebles hechos de tarimas en la parte posterior de la parroquia católica. “Mientras trabajamos con las nuevas voluntarias y nuevos voluntarios e interactuamos con las personas migrantes en el refugio, vemos cómo su discurso comienza a cambiar, desde describirles como delincuentes o criminales hasta aprender sus nombres y describirles, en primer lugar, como personas.”
Beto es el director de CAME, un refugio para migrantes en Agua Prieta, ubicado directamente en la frontera entre México y Estados Unidos y, a menudo, la última parada para migrantes que buscan entrar a los Estados Unidos. Beto es también un migrante, qué pasó la mayor parte de su adolescencia viviendo en los Estados Unidos antes de decidirse a regresar a México. Él nos dice que la mayoría de migrantes llegan con el deseo de cruzar de inmediato, pero, a menudo, están intimidados por el simple desafío de cruzar la frontera sin papeles. Las historias de deshidratación, los cárteles, la Patrulla Fronteriza y otras realidades del peligroso viaje son motivos de pausa. CAME ofrece un lugar para quedarse, con comida y con la oportunidad de ganarse un salario básico trabajando en un taller de madera, aprendiendo habilidades de carpintería y construcción de muebles simples, antes de decidir si seguir hacia el norte o buscar diferentes opciones.
La Parroquia también trabaja para cambiar los conceptos de migración dentro de Agua Prieta. Habla sobre la humanidad compartida y las causas de la migración durante la misa y conduce un Viacrucis durante la Pascua enfocado en el viaje de las personas migrantes. Se unen a Frontera de Cristo, un ministerio Presbiteriano y grupo asociado del CCM, en motivar para que la ciudad le dé la bienvenida y reciba a las personas migrantes en su comunidad. Con el tiempo, dice Beto, ha visto una diferencia en cómo la ciudadanía de Agua Prieta recibe a las personas migrantes. Ahora las direccionan hacia el centro y ha ido cambiando lentamente la forma en que se habla de ellas en la comunidad, pasando de ser vistas como una carga a una bendición. Después de todo, Agua Prieta ha pasado de ser una pequeña ciudad de 15,000 a más de 120.000 personas, la mayoría migrantes.
“Nuestra fe es el fundamento de la hospitalidad que brindamos”, me dice Linda Knox al otro lado de la frontera, mientras pone café en un filtro. “También nos da nuestra segunda regla”. Hace una pausa para limpiar sus manos en su delantal. “No temáis. Eso es. Así es como decidimos vivir nuestras vidas”.
“Lo opuesto a la violencia no es la no violencia. Es la hospitalidad.” Jack, su marido, añade. “No estamos involucrados en ningún tipo de trabajo social; estamos simplemente recibiendo a la gente tal y como es.” Por supuesto, parte de recibir a la gente tal y como es, significa reconocer su condición como personas en movimiento.
Linda y Jack, también migrantes de Colorado, se trasladaron a Douglas, Arizona, la pequeña ciudad que comparte la frontera con Agua Prieta, porque creen en la hospitalidad que cruza fronteras. Prácticamente, esto ha significado dedicar su jubilación a proporcionar un espacio para migrantes y otras personas que necesitan un lugar para quedarse. Utilizando el ingreso de la venta de su casa, pudieron comprar dos casas en Douglas: la Casa Shalom y su casa de habitación actual. Ambas casas tienen una política de puertas abiertas y siempre hay espacio para otro plato en la mesa. Se niegan a aceptar el pago por la hospitalidad que proporcionan.
Todos los jueves, los Knoxes cruzan la frontera para preparar el desayuno en el CAME y los martes realizan una vigilia en honor de todas las personas migrantes que han perdido la vida en el desierto del condado de Douglas. Para Beto, Linda y Jack, la hospitalidad está íntimamente relacionada con las causas fundamentales de la injusticia estructural. Abogan contra las deportaciones y trabajan para aumentar la concienciación sobre las causas detrás del viaje de las personas migrantes, al tiempo que abren sus casas y prestan servicios a las personas viajeras.
En la parte sur de la otra frontera de México, en la pequeña comunidad de El Ceibo, Guatemala, Andrés Toribio se sienta bajo un almendro y nos habla de su propio trabajo como parte de un grupo de Familias Solidarias. Familias es una organización informal de familias que viven a lo largo de la frontera entre México y Guatemala y abren sus hogares para alimentar a las personas migrantes antes de que intenten cruzar a México. En el último año, el grupo ha alimentado a más de 900 personas en movimiento. A pesar de ser acusado por las autoridades locales de tráfico de personas, Andrés se niega a dejar de compartir con las personas migrantes. Su historia es similar a otras a lo largo de la frontera sur; después de todo, nuestro grupo escuchó que, cuando miles de guatemaltecos huyeron a México como refugiados durante la guerra civil, fueron bien recibidos. Ser capaces de recibir a otras personas en su viaje es parte de lo que significa vivir bien en la frontera y recordar las formas en que las vidas ya están entrelazadas. Las fronteras son barreras artificiales.
Esta serie de blogs comenzó como una forma de compartir las perspectivas de migrantes y abrir nuestra comprensión de la gente en movimiento hoy día en toda América Latina y el Caribe. Queríamos tener la apertura de ver más que simplemente una sola historia, sino más bien una compleja gama de personas comunes que están tratando de vivir bien sus vidas en medio de contextos y circunstancias.
La serie nos presentó a muchas personas y circunstancias diferentes. Conocimos a Gerad, un refugiado de la República Democrática del Congo que está haciendo una nueva vida en la Ciudad de México gracias a la ayuda de la Casa de los Amigos. Aprendimos sobre Alexa and Héctor, jóvenes de Honduras que sin éxito trataron de emigrar al norte, pero ahora, con el apoyo del CASM, están recibiendo educación técnica para darles un futuro en su propio país. Eduard, Jasmine, Joli, y Gerda, son cuatro personas de Haití que se enfrentan al reto de intentar construir nuevas vidas en su país natal después de salir de la República Dominicana. También aprendimos sobre el flujo constante de personas de Bolivia hacia Argentina y hacia atrás, el viaje desde el Haití rural al urbano; las personas colombianas que huyen al Ecuador; el cambio climático que afecta a los agricultores en Nicaragua, los agricultores de café que permanecen en Chiapas mediante el comercio justo y mucho más.
También vimos lo complicado que es definir migrantes y migración, pero que más allá de todas las definiciones, nuestro llamado, especialmente en este tiempo de Navidad es recordar, como, Elizabeth Phelps dijo:
Las personas cristianas que abogan, a menudo, usan la imagen de la Sagrada Familia huyendo de Egipto para evocar no sólo la empatía hacia las personas refugiadas y migrantes, sino también para demostrar que Jesús mismo fue un refugiado y migrante. Al tratar de servir y ayudar a “el más pequeño de estos”, literalmente estamos sirviendo a Cristo. Creo que este es el principio central de un enfoque bíblico para la política de inmigración e incidencia. El precepto de la hospitalidad hacia los extraños no depende del mérito de las personas que buscan refugio, sino de su humanidad. Como dijo Nancy Heisey, “es fundamental para una humanidad plena recibir a las personas extranjeras. La hospitalidad está en el corazón de la humanidad. Es fundamental para nuestro bienestar como raza humana, es fundamental para nuestra supervivencia. Si no damos la bienvenida a las personas extranjeras, estamos en condenación.
En lugar de ver a las personas migrantes como simples cargas, es importante comprender cómo los flujos de personas en todo el mundo son normales y, a menudo, son una fuente de bien para la comunidad a la que llegan. Al igual que Beto, Linda y Jack, las personas migrantes suelen fortalecer y beneficiar sus comunidades locales. Y, por supuesto, las personas migrantes son también seres humanos y merecen todos los derechos que se otorgan a los seres humanos en cualquier lugar, independientemente de su ciudadanía, estatus o elección personal.
En medio de un complejo panorama global, también es de vital importancia involucrarse en la incidencia. Aunque reconocemos que tanto la migración como la hospitalidad son patrones humanos normales que han tenido lugar durante milenios, también reconocemos la necesidad de tomar medidas para abogar por la protección en los viajes y contra las causas fundamentales que obligan a las personas a salir de sus hogares. Las políticas comerciales y económicas desleales, xenofobia, violencia y el cambio climático son sólo algunas de las razones por las que las personas, cada vez más, eligen abandonar sus hogares, no sólo hacia el norte, sino también a las zonas urbanas y países vecinos. Debemos cuestionar cómo nuestros propios países están involucrados en políticas que afectan negativamente las vidas y fomentan la migración.
La hospitalidad es el otro lado de la moneda de la migración y proporciona una vía de acción.
¿Cómo puede la acogida ser proveída no sólo por individuos sino también que los valores de la hospitalidad puedan ser establecidos en las políticas públicas en las Américas? Entre otros elementos, esto requeriría el debido procesamiento, trato humano y militarización disminuida.
Mientras esta serie específica está llegando a su fin, nuestro enfoque en la migración no lo es. Más bien, dada la importancia de este tema en cada uno de los países en los que trabajamos, seguiremos buscando vías para la incidencia y diversas formas de entender la migración y personas en movimiento a lo largo de 2017. ¡Continúe siguiendo nuestro blog!