Lindsey Frye es un miembro de la Iglesia Menonita Laurel Street en Lancaster, PA. Actualmente vive en Chiapas, México con su esposo Chris y sus hijas Ramona and Ruthie. Tiene una maestría de arte de Bethany Theological Seminary y trabaja como Promotora de Ecumenismo con un socio de CCM México, el Instituto de Estudios Interculturales. Su articulo fue publicado originalmente en su blog personal.
La semana pasada, tuvimos reuniones con CCM en los pueblos fronterizos de Agua Prieta, Sonora y Douglas, Arizona. Me cuentan que antes, era un solo pueblo. Pero ahora los dos están separados por una muralla que mide 3 metros y extiende por unos 8 kilometros. Tuvimos una experiencia profunda mientras hablamos con la gente que vive la realidad diaria del dolor de la separación entre los pueblos estadounidenses y mexicanos. Aquí les comparto 4 cosas que aprendí de mi experiencia.
1. EL DESIERTO ES UN AMBIENTE MUY HOSTIL.
Llegamos al muro a las 4 de la tarde, cuando el sol estaba comenzando a bajar. Hizo un frío terrible con vientos poderosos. No queríamos pasar más que 5 minutos afuera del van. Los migrantes que cruzan pasan más que una semana en el desierto. Yo había leído bastante sobre eso, y he visto muchos documentales también, pero no se compara con la experiencia de estar allí físicamente presente donde todo esto pasa. Y ahora, para muchas personas, esto es el último paso en una jornada largisima que comienza en la Africa, o en el medio oriente, o en Haiti. Muchas llegan en Suramérica y viajan unos meses antes de llegar a esta parte. No cabe en mi mente la desesperación que les hace llegar a las personas a este punto en un camino humano.
2. HAY QUE ORAR POR LOS PATRULLAS JUNTO CON LOS MIGRANTES.
Así nos decía un patrulla que placticó con nosotros. Él es un personaje que nunca voy a olvidar. Vive muchos contradicciones dentro de su persona. Por ejemplo, su esposa es mexicana, va a la iglesia que tiene un brazo grandote de servicio social para los migrantes. Pero votó por Trump. Y su vocación por 17 años, ha sido capturar a los migrantes que están en el desierto y devolverlos a su tierra. Lo que el decía que me impactó mucho es que los patrullas también están traumados por lo que vean en el desierto. Y que lo mas que él les puede ofrecer a los migrantes que encuentra es tratarlos con empatía y dignidad. Pero que muchos de sus colegas, siendo traumados, vuelven muy duros y no les tratan bien a los migrantes y muchos tienen adicciones de alguna forma. Me di cuenta de los oraciones que uno puede hacer por cada intercambio entre migrantes y patrullas por una noche. Creo que estos momentos son muy vulnerables y necesitan mucho apoyo espiritual.
3. EL MOVIMIENTO DE LAS PERSONAS ES UNA FUERZA DE LA NATURALEZA, NUNCA LO VAS A PARAR IGUAL QUE LA LLUVIA, LOS HURICANES O LOS VIENTOS.
El guía que nos llevaba nos mostró unos lugares en la muralla donde la gente la ha cortado y lleva los cicatrices donde la han parchado. De hecho, los migrantes aprovechan unos tornillos que dejaron expuestos en el lado mexicano cuando la parcharon para poder subir la muralla. También, en el pueblo de Agua Prieta, hay una fabrica de cinturones para autos. En el muro puedes ver colgados estos cinturones que la gente ha usado para subir y bajarlo.
4. NOSOTROS SOMOS UNA FAMILIA ENTRE MILES QUE EN EL CORAZÓN, SOMOS UN PUENTE ENTRE LOS DOS PAÍSES, PASA LO QUE PASA EN LA POLÍTICA O LO QUE CONSTRUYEN FÍSICAMENTE ENTRE LOS DOS LUGARES.
Es un cargo doloroso. Cuando me paré en el muro en el lado estadounidense pensé en el cariño que tenía por mi país. Por los cantos que me enseñaron en mi infancia, donde aprendí a crecer fuertemente. Y miré hacia el lado mexicano, donde mis hijas aprenden cantos infantiles, donde Ramona aprendió a leer primero en español. Este lazo es tan emocional que la presencia física de una barrera me causó un dolor fuerte en mis entrañas. Pero en mis oraciones, voy tejiendo/imaginando, pidiéndole a Dios una red tan grande y poderosa entre los dos países que nada ni nadie lo puede romper.