This post is also available in: Inglés
Bonnie Klassen es la Directora Regional de CCM para Sur América y México.
Todavía me acuerdo cuando los Diálogos de Paz del Caguán, entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC, terminaron el 25 de febrero de 2002. Como mis colegas en Justapaz, el Centro de Justicia y Paz de la Iglesia Menonita de Colombia, me sentí desolada, pero no sorprendida. Fue un final triste que podíamos ver llegar. Durante los tres años de diálogo, todos los grupos armados en Colombia, incluyendo las FARC, las Fuerzas Armadas de Colombia y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) habían intensificado sus acciones militares y los ataques horribles a la población civil. En retrospectiva, es difícil recordar gestos genuinos de paz de parte de cualquier de los grupos armados durante estos años
Ahora, 14 años más tarde y después de cuatro años de nuevos diálogos de paz, la secuencia de eventos en el último año ha creado otro ambiente, con una serie de escenas conmovedoras llevándonos hacia el final: acuerdos para el cese del fuego definitivo el 23 de junio, el texto final de los acuerdos de paz el 24 de agosto, y la firma formal del mismo el 26 de septiembre. Estos anuncios fueron pasos claves durante una campaña polarizante a favor de y en contra del acuerdo de paz, en camino al plebiscito nacional el 2 de octubre. Sin embargo, todo el mundo esperaba un emocionante “FIN” al proceso de negociación con la aprobación del acuerdo de paz en el plebiscito.
Chocantemente, el voto del NO ganó, con 50.2% del total de unos 13 millones de votos. Hubo apenas una diferencia de 60.000 votos entre el NO y el SI. No sé cómo entender el llamado de algunos oponentes al acuerdo de paz a “respetar la voz del pueblo colombiano.” Es totalmente incorrecto decir que la mayoría de colombianos votaron en contra del acuerdo cuando, como ocurre normalmente, la mayoría de colombianos no votaron. Hubo 63% de abstención.
Cuando supe de los resultados del plebiscito, estaba en un camino muy remoto en una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado. Antes se prohibía movilizarse en esta región entre las 6pm y las 6am por ser “horas de combate.” Andando en la oscuridad, este recuerdo me puso nerviosa. Se volvería a esta realidad en la región?
Por el choque de ese momento, me sentí como si el país hubiera dado un salto al vacío, sin verificar primero la profundidad del abismo ni si había un paracaídas entre nosotros.
En la realidad, Colombia no se ha roto en mil pedazos y esto no es simplemente un fin extraño a la historia.
Nadie esperaba que ganara el NO. El gobierno admitió, “No tuvimos ningún Plan B.” Los líderes de la campaña del NO parecían igualmente sorprendidos de haber ganado; no tenían alternativas específicas listas para proponer. El Comité Nobel Noruego también tenía que dar explicaciones adicionales al dar el Premio Nobel de Paz al Presidente Juan Manuel Santos y al pueblo colombiano pocos días después.
¿Qué significa el voto?
- El gobierno colombiano estaba convencido que el SI ganaría por un gran margen. El gobierno falló al no darle importancia a la población general de Colombia. El gobierno no invirtió en un diálogo significativo con la sociedad civil sobre el proceso de paz durante los cuatro años formales de negociaciones, a pesar de las advertencias de líderes del movimiento de paz. El gobierno apenas empezó una campaña maratónica para explicar el proceso de paz al final de agosto.
- Mientras tanto, según el jefe de la campaña del NO, decidieron “dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación.” La información manipulada ganó ese día.
- El mapa de los resultados electorales demuestran de manera impactante la manera en que el SI ganó en la periferia y el NO ganó en el centro, excepto en Bogotá. Ilustra las tensiones históricas en Colombia entre la periferia y el centro, entre lo rural y lo urbano. Mientras los citadinos debatieron los conceptos de justicia transicional, la gran mayoría de la gente en las comunidades más afectadas por el conflicto armado respondieron en términos muy prácticos. El 3 de octubre tomé jugo con un campesino cuya región ha sido afectada tanto por la guerrilla como por los grupos paramilitares. Las AUC forzaron a un amigo suyo a dispararle. Milagrosamente, todavía está vivo, con cicatrices en la mandíbula y debajo de la oreja donde la bala pasó. Me dijo, “He dejado atrás el odio y resentimiento. Solo quiero ver el fin de la guerra. Por eso apoyo el acuerdo de paz.” Esta voz es consistente con lo que hemos escuchado de muchas víctimas.
- En Bojayá, Chocó, donde 118 personas murieron al explotar una pipeta de gas que lanzó las FARC en un combate con las AUC, 96% de la población votó SI. Es uno de los pocos municipios que los líderes de las FARC ya visitaron para formalmente pedir perdón. Importa el proceso.
- El SI aprobó la implementación de un acuerdo de 297 páginas ya firmado. El NO representa decenas de diferentes problemáticas, muchas de las cuales no se relacionan directamente con el acuerdo de paz. Cuando hablaba con gente en la ciudad antes del 2 de octubre, les escuché decir que iba a votar por el NO: “porque no tengo trabajo,” “porque el gobierno es totalmente corrupto,” “porque hay demasiado injusticia en este país,” “porque la ideología de género está encriptada en el acuerdo,” entre otras respuestas. Es un desafío ahora ajustar el acuerdo para satisfacer a las decenas de razones de porque la gente votó NO; es información basada en rumores de pasillo y no enfocada en el contenido real del acuerdo.
- Después del voto, escuché a alguna gente decir, “Estaba seguro que ganaría el SI, y por eso voté NO, para tener la conciencia limpia cuando las cosas no funcionaran.” ¿La campaña del NO también fue parcialmente una posición de irresponsabilidad? ¿Fue una campaña preparatoria para las elecciones presidenciales del 2018, con base en acusaciones frente a lo que sale difícil?
- El gobierno, con muchos intelectuales seculares, subestimó el hecho que la gente colombiana, en general, es conservadora y religiosa. Muy poco del lenguaje en la campaña conectaba con los elementos espirituales de la reconciliación. Gente que cree en un Dios punitivo vota en contra de la justicia transicional y restaurativa. Además, la tergiversación alrededor de lo que el enfoque de genero en el acuerdo hizo surgir muchos temores en las iglesias, tanto católica como evangélica, y éstas se unieron, casi sin precedentes, por su tradicional conservatismo.
- Un dicho colombiano sugiere que “es mejor malo conocido que bueno por conocer.” Después de décadas de conflicto armado, le cuesta a la gente imaginar que el cambio es posible. El pueblo desconfía del liderazgo político en el país. Las campañas, por los dos lados, alimentaban demasiado los temores y la desconfianza en vez de inspirar esperanza y visión.
- El Huracán Matthew azotó a Colombia el 1 de octubre y también impactó los resultados. Desde la ventana del bus al salir de Cartagena el 2 de octubre, vi comunidades completas hasta la cintura con agua. Por lo menos 60.000 personas en la región de la costa Atlántica, donde el SI ganó en porcentaje, no pudieron votar por las inundaciones. Sin embargo, no sé si ganar por un margen tan pequeño por el SI hubiera sido un mejor escenario. Tal vez hubiera sido más difícil avanzar con una diferencia tan reducida al favor del SI.
- En vez de enredarnos con las explicaciones sobre esta diferencia tan insignificante (0,1%) en el número de personas que votaron NO o SI, en comparación con población general, tenemos que recordar que la mayoría de la gente no votó. Sin duda, alguna gente tuvo dificultades para llegar a los puestos de votación, pero mucha gente sencillamente no vio conexión entre el voto y sus vidas. Tal vez se sintieron como el taxista que me dijo una semana después del plebiscito, “No puedo creer que todavía están hablando de esto en el radio!”
Al fin de todo, un grupo pequeño de líderes de los diferentes sectores de la élite colombiana (el gobierno y su oposición política) probablemente llegarán a nuevos acuerdos a puertas cerradas, con el fin de no desestabilizar al país en una forma que les afectaría negativamente. Por lo menos esto es lo que pasó al fin de la última guerra civil en Colombia al fin de los 1950.
Al menos que el pueblo colombiano suba al escenario y cree una nueva versión de la historia. En vez de solo observar o enredarse en el análisis, la gente colombiana puede enfocarse en el entendimiento y la inclusión, como respuesta a un largo legado de exclusión elitista, reflejada en la sociedad en general. Esto suena demasiado ideal para ser práctico, a menos que cambiemos nuestra práctica. Es por esto que el líder colombiano menonita de paz, Ricardo Esquivia, evaluó los resultados del plebiscito como “una oportunidad única para asegurar que las voces de las comunidades surjan y sean escuchadas.”
Al pensar en cómo escuchar a todas las voces, me impactó esta reflexión de Elizabeth Phelps, Co-Representante de CCM Colombia, basada en la historia del hijo pródigo (Lucas 15:11-32):
Me pregunto por el hermano mayor del hijo pródigo. ¿Será que no se sintió incluido en la decisión de reintegrar a su hermano menor a la familia? ¿Será que realmente nunca sintió amor y cariño de su padre? ¿Será que estaba super-preocupado por cómo educar a sus muchos hijos, y sospechaba que su padre iba a redistribuir la herencia restante con el pródigo también? Tal vez dudaba que el arrepentimiento de su hermano fuera genuino. (¿Y qué pensar de las hermanas? ¿Sería posible que no hubiera hermanas en la familia?)
Cómo puede haber un diálogo nacional basado en el respeto, la confianza, la empatía, el escuchar y la fraternidad? Mínimamente, podemos empezar poco a poco, en nuestro equipo, en nuestro lugar de trabajo, en nuestras iglesias. Me es muy claro que este país está pasando por un momento de dolor intenso y tenemos que ser responder con compasión.
Me anima mucho las miles de personas que han marchado por la paz juntas en todo el país en los últimos 15 días, aunque posiblemente votaran (o no votaran) de manera diferente el 2 de octubre. Mi esposo probablemente ha participado en todas las marchas de paz hacia la Plaza de Bolívar en Bogotá durante los últimos 30 años, y nunca ha visto tal número de manifestantes, ni tanta diversidad y tanto respeto entre participantes. Las marchas masivas siguen ocurriendo, todos los días en diferentes pueblos y ciudades. En un país donde nos ha dado miedo salir por la noche hace tanto tiempo, estas vigilias con velas y antorchas, organizadas por jóvenes colombianos, parecen ser un despertar y un llamado hacia un fin diferente.
Tengo mi esperanza puesta en las muchas comunidades en la periferia de Colombia, incluyendo las Iglesias anabautistas en Chocó, Cali, Cauca, Ibagué, Soacha y Bogotá, quienes han cuidado a las víctimas, han dicho la verdad y han rehumanizado los autores de violencia durante muchos años ya, con o sin acuerdos. Estos son los hacedores de paz en Colombia.