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Derrick Charles es co-representante del CCM Nicaragua. Esta entrada es parte de la serie en migración del CCM LACA.
“El tipo que vive allí está en los Estados Unidos. El de allá se encuentra en los Estados Unidos. El de más allá se encuentra en Costa Rica. Todos se han ido”. Nicolás Rodríguez Espinoza, nacido y criado en la comunidad de Uhuto en Chinandega, Nicaragua, mira hacia las casas en el camino. “Cuando llueve, tenemos de todo”, dice. “Hoy en día, las cosas han cambiado. Hoy en día, la gente ha dejado que todas las cosas se salgan de control. Esta temperatura, este cambio climático…”
Nicaragua se encamina hacia el tercer año de sequía que está haciendo la vida cada vez más difícil para los pequeños agricultores como Nicolás, que vive en el corredor seco de América Central. Tradicionalmente, hay dos estaciones de siembra para estos agricultores: una primera siembra, cuando comienzan las lluvias en mayo, la cosecha en agosto; y una segunda siembra en septiembre, la cosecha en noviembre. En ese momento comienza la estación seca.
Sin embargo, en los últimos dos años, la sequía ha significado que la cosecha sea mínima de la primera siembra, dejando a muchos agricultores en una posición vulnerable, con comida y semilla limitada para la segunda siembra. Hubo sólo suficiente lluvia en la segunda temporada de siembra del año pasado para poder cosechar algo, pero ahora, una vez más, en la estación seca, la nación entera está sufriendo por un número creciente de ríos y fuentes de agua secas. Hasta el 60% de las fuentes de agua superficiales y el 50% de las fuentes de agua subterráneas se han acabado, ya sea por haberse secado o contaminado.
Estos patrones climáticos parecen ser el resultado de una trágica combinación de los efectos del fenómeno de El Niño y el cambio climático global. En Nicaragua, algunos de esto también se atribuyen a la deforestación y la falta de protección de los recursos ambientales. “La deforestación, la tala y quema, la contaminación; prácticas que han traído esto sobre nosotros, y reconocemos que esto nos afecta de manera significativa”, dice Nicolás. Tanto como el 75% de los bosques de Nicaragua se han cortado para cultivos y pastos. Muchas personas no ven ninguna otra opción sino buscar posibilidades fuera de Nicaragua.
Según lo sugerido por el plan del Fondo Monetario Internacional para salir del país en el año 2016, Nicaragua ha logrado avances significativos en las ganancias macroeconómicas y la disminución de la pobreza extrema. Aun así, la nación sigue siendo uno de los países más pobres de América Latina y el tercer país más pobre del hemisferio occidental.
El gobierno de Daniel Ortega espera que el viejo sueño de un canal impulse a Nicaragua hacia adelante. Además del estímulo económico que el proyecto podría traer, el inversor chino, Grupo HKND, se ha comprometido a incluir un esfuerzo de reforestación para plantar medio millón de árboles. Algunos ven esto como una forma de acceder a dinero en una escala que puede limpiar los daños ambientales anteriores. Al mismo tiempo, muchos argumentan que esto seguiría siendo una crisis ambiental, poniendo en peligro la vida silvestre y el lago de Nicaragua, o Colcibolca, la fuente de agua dulce más grande de Centroamérica.
“Cuando tenemos una buena temporada de lluvias, la gente no tiene que preocuparse. Venden su maíz, venden sus granos, hay un movimiento [económico]. Pero con las cosas a como están, la gente está muy, muy, preocupada”, dice Nicolás. Cuando los agricultores no pueden cosechar, buscan en otros lugares para proveer para sus familias. “La migración de mi comunidad, de mi comunidad, es de un 20%”, dice. “Las remesas que las personas migrantes envían a casa es la única forma en que muchas personas sobreviven”.
¿A dónde van? Nicolás dice que la migración se presenta bajo diversas formas para las personas nicaragüenses. Algunas viajan durante dos meses cada año al cercano El Salvador. Viajan en marzo y trabajan durante unos meses en algo así como en las fabricas, ganadería o albañilería. Regresan en abril, cuando es el momento para la siembra. Otras personas viajan a Costa Rica o Panamá. Las mujeres van a limpiar casas y los hombres trabajan en industrias del café o naranjas o en la albañilería. Puede ser que regresen en diciembre, cuando las familias se reúnen para las fiestas y la escuela está en receso. En enero, se van de nuevo por un año más.
Si Nicolás tuviera que moverse, dice que se mudaría a Matagalpa. “Está bien allí”, dice, pero no a nivel internacional. Hay muchas personas desplazándose internamente, dice, hacia Estelí, Nueva Guinea y otros lugares que parecen prometer una mejor oportunidad.
A medida que los agricultores miran hacia adelante, hacia la próxima estación de siembra, consideran cuáles serían sus mejores opciones. ¿Correrán el riesgo de sembrar e invertir su trabajo en sus campos? O, teniendo en cuenta los últimos dos años de sequía, ¿sería una mejor opción buscar trabajo en otros lugares? “El número de migrantes está escalando, ya que las necesidades son mayores aquí ahora”, dice Nicolás.