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Amy Eanes acaba de salir de dos años en Itsmina, Chocó con el programa Semilla. Ahora, está trabajando en Bogota con CCM en PMER, delegaciones y incidencia política. Su articulo fue publicado originalmente en el blog de Semilla Colombia.

Cuando me dijeron que yo iba para vivir en el Chocó, lloré. Todo lo que yo había escuchado sobre el Chocó me pareció exótico y peligroso – la selva, la lluvia, grupos armados, comunidades retiradas, minería, contaminación por el mercurio. No podía imaginarme viviendo bien allá.

Me equivoqué.AE-IMG_0747

No sabía que iba a vivir en el lugar más interesante de Colombia. No sabía que iba a comer comida riquísima – sancocho de costilla ahumada, jugo de guayaba agría, pescado, y el mejor arroz. No sabía que viajaría por río, rodeada por la selva. No sabía que iba a andar en moto taxis de tres llantas. No sabía que cuando abriría la llave, saldría agua de la lluvia, recogida del techo de mi casa.

No sabía que iba a estar en medio de gente muy amable, muchos de quienes tienen personalidades diversas y místicas. No sabía que iba a conocer a muchas personas que han vivido circunstancias difíciles – desplazamiento, violencia, la pérdida de familia y amigos – que continúan viviendo con resiliencia y vitalidad, que han enfrentado el terror y el temor y han escogido el amor y la vida. No sabía que estaría interactuando con personas inspiradoras, quienes cometen errores, se enferman, y se frustran en su vida cotidiana. No sabía que iban a quererme, abrazarme, y constantemente decirme cuanto he engordado justo después de regañarme por no haber comido más arroz y plátano.

No sabía que aunque iba a vivir en un territorio donde hay grupos armados, el último poder está en el acompañamiento y la confianza, en escuchar a la gente, en la fe en Dios. No sabía que iba a sentir muy segura aquí.

OLYMPUS DIGITAL CAMERANo sabía que iba a ser testigo de los efectos de las políticas de mi país en Colombia. No sabía que iba a ver como la plata que pago por los impuestos está vinculada con violaciones de derechos humanos, y que iba a conocer a esas personas a quienes estamos violando sus derechos. No sabía que iba a ser testigo de cómo las decisiones económicas y políticas dañan el sustento de los campesinos por fumigar indiscriminadamente con glifosato el terreno rural, contaminado las fuentes del agua y quemando cultivos de alimentos. No sabía que iba a sentir impotente y frustrada delante de las estructuras inmensas en que participo, voluntariamente o involuntariamente, consciente o inconscientemente.

AE-IMG_9399No sabía que iba a comenzar a sentir Chocoana. No sabía que vivir aquí eventualmente me pareciera normal. No sabía que me acostumbraría a cultos de tres horas. No sabía que estaría transformada por la experiencia de haber vivido aquí – que yo percibiría al mundo desde otra perspectiva y observar la vida al lado de los que están oprimidos por los sistemas que me benefician.

Mucho que no sabía, y muchísimo que todavía no sé. Ahora cuando me preparo a salir, me encuentro otra vez en lágrimas – en parte como resultado de tener que despedirme de un lugar que ha sido mi hogar por estos dos años; en parte como resultado de reconocer que mi tiempo aquí, esta etapa de vida y trabajo y transformación está terminando. No sé como expresar adecuadamente mi agradecimiento a todos y todas, pero esto yo sé: estoy profundamente agradecida por estos dos años en el Chocó, por los facilitadores de Semilla y los y las demás Semiller@s, por las maneras en que el Chocó me ha cambiado, y sobre todo, a las iglesias y personas Chocoanas que han dado significado al tiempo.