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Oscar Woo-Calvachi, es el Co-representante de país del CCM México (Lo dicho no representa necesariamente la posición de CCM)
De las revoluciones occidentales en Siria (o Líbia) y la creación, por parte de alguna inteligente agencia de estados ambulantes del terror, pasamos a ser testigos distantes del cumplimiento de la gran y occidental misión de administrar los recursos naturales y la vida misma de otros y gobernar sabiamente al mundo. En el desarrollo de esa misión los sacrificios son necesarios. El sacrificio de inocentes con rostro de los más vulnerables, de mujeres y niños parece un pequeño precio que hay que pagar. El sistema, la esencia de la misión exige sacrificios. Un niño yaciendo en la playa, parece nada delante de la gran y occidental misión. Ver la imagen de Aylan generó tristeza y llanto. Y es que al final de cuentas, llorar de tristeza o pena no tiene precio, o mejor, no cuesta nada. Y es esa misma tristeza la que banalmente ha encontrado su histórico consuelo: la música, las oraciones, los textos y la teología casi siempre han recordado el necesario y sagrado valor de la salvación por medio del sacrificio, y sacrifico de sangre. Ya el mismo Abraham parecía dispuesto a sacrificar a un niño por exigencia del sistema de aquella época. Y si la sangre de un inocente sacrificado fue necesario para salvar a la humanidad; la sangre de unos cuantos millones parece nada en el anhelo de la occidental, escogida y civilizada paz que se quiere para el mundo.
Y Latinoamérica no se libra de esa occidental misión y sus efectos. Casi nunca desde de la conquista se ha liberado y quizás nunca lo hará. Cuando surge un estado o una iniciativa que no encaje con la misión occidental, algo está mal y deben tomarse medidas creativamente de fuerza para normalizar la situación. Cuando, por ejemplo, un rebelde ex presidente de un caribeño país latinoamericano, fue preguntado por una periodista de la CNN si apoyaría o no el régimen autónomo (soberano y distante de la misión occidental) en Siria, básicamente su respuesta fue: Siria es un país soberano, como lo es Libia, Venezuela, como lo son los Estados Unidos. Nosotros tenemos que apoyar la soberanía de los pueblos. No significa que tengamos que estar de acuerdo. Pero ¿se resuelven las diferencias bombardeando o desestabilizando pueblos? Curiosa casualidad: poco tiempo después ese mismo ex presidente moriría de un curioso cáncer.
Latinoamérica ha sido ejemplarmente un especial campo de ejecución de la occidental misión. Y aunque en determinados momentos la gran misión en Latinoamérica haya tenido una sincera sensibilidad manifestada, como dicen, en una mezcla de autoritarismo y condescendencia, en la hora final, la misión ha estado marcada por el cálculo pragmático. En ese sentido la gran misión ha tenido diferentes facetas (doctrinas), tiempos, lugares y denominaciones. Desde una Monroniana, pasando por una Nixoniana o una Carteriana y llegando a una Reaganiana o una Bushniana u Obaniana. Y viene una Trumpiana. Así mismo y con cierta especificidad, quizás sean recordadas algunas modalidades de ejecución de la gran misión con nombres como: Plan Cóndor y Plan Colombia. O tal vez una llamada Puebla Panamá u otra, Mérida. O tal vez una TLC u otra menos publicitada, pero quizás más diciente o al menos inspiradora, Santa Fe. En fin. Pero hay otras que provienen de los aliados de la gran misión, entre ellas: Consenso de Washington y su resurrección en Seúl. Y los hijitos BM y FMI. Hoy no hay más tiempo ni capacidad para seguir hurgando.
Volviendo con la occidental misión y su ejecución y sus efectos en América Latina, no es menos importante y quizás más preocupante, pensar en el buen vecino que está al norte del país del águila. Ellos siempre han sido vistos por como el buen vecino. Pero para no pocos en el mundo, eso es solamente un mito. Astuta y sutilmente han caminado los controladores del poder de este lindo país bajo la sombra de su vecino del sur y de algunos del otro lado del charco. Poco a poco construyendo su propio imperio y alimentando la matriz de la gran y occidental misión para el mundo.
Y al final todo parece ser definitivo. Y la gran misión parece haber dado el paso final. Y como al más clásico final de las películas, la luz se cierra poco a poco como en un túnel hacia la mitad del telón. Pero en este momento, tanto en Siria como en Latinoamérica y a diferencia de las clásicas películas, el punto de luz en el telón no desaparece: Las mujeres en Siria se resisten a ser la sombra del prototipo del hombre y la cultura árabe (en general), creado y recreado a conveniencia por occidente como eje del mal. Ellas, unidas en La Red de Mujeres de Siria no cesan en su empeño de lograr que su voz sea tenida en cuenta en la construcción de una democracia pacífica y autónoma para el pueblo sirio. En Latinoamérica por su parte, y para el caso concreto de México, pueblos de La Montaña de Guerrero, expresan de otra forma su indignación y su resistencia frente a la apocalíptica industria minera. Y el marco para el ejercicio de esa nueva expresión de resistencia, será la Convención Internacional de Minería a realizarse en el Mundo Imperial de Acapulco. Al mismo tiempo, padres, madres, jóvenes, iglesias y en general grandes sectores de la sociedad civil mexicana e internacional, a partir del sacrificio de los 43 en Ayotzinapa, se han levantado en resistencia y esperanza. Una esperanza que surge desde lo profundo de la dignidad y que se niega a creer que la única opción de Vida para todos y todas, sea la impuesta por la gran misión para quien alcanzar su paz y su progreso requieren del sacrificio, el sacrificio de los empobrecidos del mundo.
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