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Elizabeth Hostetter trabaja con la Red UMAVIDA y Elizabeth Vincent con el Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), las dos son organizaciones amigas de Comite Central Menonita.
En la segunda semana de diciembre nosotras, las autoras, tuvimos a oportunidad de participar en la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas (COP) 20 Cumbre de los Pueblos en Lima, Perú. Como parte de una delegación de organizaciones amigas de CCM en Bolivia, Uniendo Manos Por la Vida (Red UMAVIDA) de la Iglesia Presbiteriana (USA) (PCUSA), participamos en una variedad de presentaciones, conservatorios y demostraciones. La Red UMAVIDA es un conjunto de ONGs que trata problemáticas medio ambientales desde cambio climático hasta la contaminación industrial hasta seguridad alimentaria.
Durante las actividades dentro la Cumbre de los Pueblos, varias preguntas importantes fueron discutidas. Una de estas era, “Como pueden comunidades de fe rescatar de sus bases éticas para tratar nuestra dependencia en combustibles fósiles y su costo invisible de emisiones que causan el calentamiento global?” En la Cumbre, muchos espacios intentaron abordar esta pregunta, de talleres como “Perspectivas del Sur” a una vigilia interreligiosa a una reunión con Bill Somplatsky-Jarman, Coordinador del Ministerio de Testigos Sociales y Director de Responsabilidad a través de Inversiones PCUSA. Todos buscaban la respuesta que las instituciones políticas no dan frente la crisis climática.
Auspiciado por Perú, el Sud Global esperaba ser escuchado mas fuertemente en esta COP 20. Sin importar un intento de una variedad de ONGs, junto con la ONU, para cambiar la conversación política acerca del cambio climático, una simple mirada de los informes de los medios demuestra palabras como “decepcionante”. Una representante de los jóvenes de PCUSA entrevisto Dr. Nigel Crawhall de la Red de Budistas Comprometidos. El comento sucintamente,
“He seguido la COP desde la COP 14. No creo que este sea el mecanismo de encontrar una solución en la hora que la necesitemos. Básicamente, esta decisión debía haberse hecho hace veinte años… no es la naturaliza de nuestro sistema político responder a los desafíos a largo plazo que requieren mucha compasión y entendimiento… lo que es importante es que haya un cambio global de pensamiento y actitud. En la ausencia del sistema político estas viendo mucho mas solidaridad humana y cooperación… tienes las familia humana movilizándose.”
Considerando que nuestra representación política no esta seriamente direccionando la realidad de la crisis climática, no podemos subestimar el impacto de colaboración dentro comunidades de fe frente el cambio climático acelerado.
La fe cristiana tiene una cultura rica de cuidado para el planeta y el vivir simplemente y en armonía. Esta cultura necesariamente lleva a la responsabilidad de controlar nuestro impacto ecológico con nuestra producción de desechos y emisión de gases peligrosos. Tenemos la oportunidad como organizaciones basados en fe de apoyar esta ética de acción dentro la responsabilidad mayor de responder al calentamiento global causando desastres hoy en día.
Comunidades de fe puede jugar un rol significante en difundir los impactos y consecuencias del cambio climático con su habilidad de educar a gran escala, responsabilidad bíblica de ser buen mayordomo y cultura de cuidado para la creación. Estudios dominicales y de universidad ya existen para abordar temas como comida consiente e inversiones responsables. Nuestra responsabilidad, dado por Dios, de ser buenos mayordomos de la tierra nos invita como iglesias y organizaciones cristianas para incorporar practicas medio-ambientales dentro nuestras instituciones.
Compañero participante, Freddy de Bolivia, resume la necesidad de un frente unido para hacerle frente al cambio climático,
“En los distintos espacios de las negociaciones de la COP 20, hay una diversidad de voces. De todas, las mas profundas son las pequeñas juntas que, como hormigas, construyen sistemas alternativos que demandan una respuesta a la situación actual de crisis.
Estas voces son débiles y a veces imperceptibles pero son amplificados cuando se unen con otras voces que marchan juntos y gritan, ‘el agua no se vende, se defiende’, ‘apaga tu motor, enciende tus paciencia’, ‘alerta, alerta, Pachamama esta despierta’- estos son gritos del alma que demandan justicia y no serán calladas por los sonidos estridentes de un sistema de desarrollo que es modernista, capitalista y colonial.”
La iglesia tiene la capacidad y la historia de empoderar las voces mas calladas y unir su voz para la justicia climática.
Es crucial que como iglesia cumplimos con nuestro mandato de amar nuestro prójimo y cuidad de la creación. Las acciones, como inacción, de la iglesia tiene un impacto directo en la personas quienes somos llamados a servir. Países como Bangladesh enfrentan el doble peso de mareas que aumentan y pocos recursos para mitigar la perdida de tierras. El altiplano de Bolivia tiene el impacto de climas cambiantes y drásticos que amenazan la habilidad del campesino para proveer para su familia. Canadá y Estados Unidos ven las consecuencias del cambio climático en las temporadas extremas que les han azotado en estos pocos años pasado. Últimamente, debemos aceptar que el cambio climático es una problemática que afecta a todos sin importar país de origen o estatus social.
Si la Iglesia quiere cumplir con su mandato social, debemos empezar ahora hacienda lo que debíamos hacer hace veinte años: abogar activamente contra practicas que contribuyen significativamente al cambio climático y disminuir nuestra dependencia en contribuidores al dióxido de carbono, como el uso de combustibles fósiles. Sola, la Iglesia no puede cambiar la marea del cambio climático. Pero dada su influencia mundial, es vital que nos unamos al movimiento global para parar el cambio climático.