Por Tobias Roberts, CCM Guatemala
Se dice que una vez en el corazón de alguna sierra de unas montañas lejanas, se convocó una reunión de emergencia de todos los animales del bosque. Un grupo de cazadores humanos habían rodeado a los animales y habían prendido un anillo de fuego desde los cuatros puntos cardinales que rápidamente ardía hacia el centro. Los animales, indefensos y confusos, estaban atrapados, y sin una pronta decisión, todas perecerían por este fuego consumador.
El jaguar, el más rápido del bosque, consideró que debían intentar correr por las llamas hasta llegar al otro lado, pero nadie se prestaba a ser la prueba. El topo opinó que debían trabajar todos juntos para cavar unos túneles debajo de la tierra hasta llegar al otro lado del fuego, pero para hacer un túnel suficiente grande para el venado costarían meses de trabajo. El armadillo aconsejaba que cada animal buscara algo en el bosque para cubrirse de las llamas hasta que terminara el fuego, pero todo lo que buscaban para taparse se incineraba por las llamas.
La desesperación de aquellos animales crecían cada vez más hasta que el pequeño e insignificante lombriz quiso ofrecer una idea. “¿Por qué no intentamos cavar una zanja en círculo para que el fuego no pase de ahí y todos nos resguardamos dentro del círculo hasta que el fuego se acabe?” susurraba. Después de años de cavar acequias en su paciente labor de abonar la tierra del bosque, sabía con toda certidumbre que una cuneta bien hecha podría detener hasta el avance del fuego.
Sin embargo, nadie le prestaba atención. Los animales más grandes que ya habían elevado la discusión a gritos, ni escuchaban sus tímidos susurros. Los pocos que lograron escucharle, ridiculizaban su propuesta. “¿Qué va a saber esa asquerosa lombriz?” burlaba el zorro. “Solo pasa todo el día arrastrándose por el lodo. ¿Qué nos podría enseñar?” gritaba el mono.
Y así, por su pequeñez, por la discriminación histórica que enfrentaba la lombriz, y por la supuesta superioridad intelectual de los demás, los cazadores humanos comieron bien esa noche porque todos los animales perecieron por el fuego.
La multifacética crisis que enfrenta el mundo de hoy nos tiene en una situación que se asemeja mucho a los animales de aquel bosque metafórico. Todas las posibles soluciones a las crisis ecológica, energética, alimentaria, social, etc. provienen de un solo sector de la sociedad. La academia occidental junto con los poderes económicos, tecnológicos, y mediáticos han logrado limitar y acercar el debate sobre respuestas y soluciones a esta crisis a ideas que surgen exclusivamente desde ellos mismos. Como los animales de nuestro proverbial bosque, no aceptan escuchar ideas que surgen de otros saberes. Más bien, se refugian en la supuesta superioridad de la tradición occidental y así continúan el proceso histórico de “epistemicidio” en contra de otros saberes y conocimientos. En el caso de los pueblos indígenas y originarios, sus saberes ancestrales han sido el blanco del ataque epistemológico occidental. El conocimiento y sabiduría indígena nace de un paradigma contrario y así provoca la ira del occidente cuyo conocimiento es presumidamente el único que vale. Lamentablemente, este “epistemicidio” parece dirigirnos colectivamente al mismo desenlace que tocó los animales del bosque.
En el norte del Altiplano de Guatemala, el pueblo Maya Ixil está creando una alternativa propia de educación universitaria que reivindica el saber ancestral Ixil y rechaza la imposición de las formas de la educación occidental. La Universidad Ixil es una universidad poca ortodoxa. Sus clases se realizan entre la milpa, en una cueva sagrada, al lado de un río o en un salón comunitario. Los libros más importantes son los cerebros llenos de recuerdos de los más ancianos y ancianas de la comunidad. En vez de limitarse a estudiar autores y expertos occidentales, se prioriza el conocimiento no escrito que resguarda la misma comunidad.
Este año se gradúa la primera promoción de 12 estudiantes en la carrera de técnicos en desarrollo rural con énfasis en bienes naturales. Durante este último año de estudio, cada estudiante se ha involucrado en un proceso intensivo de investigación comunitaria para su tesina de graduación. Como tutor de estos 12 estudiantes Ixiles, he tenido el inmenso privilegio de liberarme de las ataduras de la intelectualidad de la academia occidental y así aprender de epistemologías no occidentales, en este caso del pueblo Ixil.
Por la misma discriminación que sufre el pueblo Ixil y su Universidad, se corre el enorme riesgo que las tesinas de estos 12 estudiantes y los hallazgos importantísimas que descubren no reciben su merecida atención y publicidad. Hay personas Ixiles que ridiculizan la Universidad Ixil porque los estudiantes “ni leen muchos libros y solo pasan el tiempo hablando con los viejos.” El hecho de que el Ministerio de Educación de Guatemala todavía no ha acreditado a esta Universidad porque no cuenta con 3 edificios ni con un presupuesto de 4 millones de quetzales anuales solo confirma esta obvia discriminación y la prelación hacia las universidades que reproducen los estándares y normas del conocimiento occidental.
Este breve ensayo, entonces, intenta propagar el trabajo de los 12 estudiantes graduados de la Universidad Ixil y de visibilizar el inmenso valor de la epistemología, el conocimiento y la sabiduría Ixil que describen.
La antropóloga canadiense Marlene Brandt Castellano nombra cuatro características del conocimiento originario o indígena. Aunque se refería a las tradiciones indígenas en general, estas características, a mi juicio, coinciden bastante con el conocimiento Ixil descrito y sintetizado por las 12 tesinas de la Universidad Ixil.
La primera característica es que el conocimiento Ixil es personal. Castellano explica que “el conocimiento indígena es arraigado en experiencia personal y no se presume a la universalidad.”[1] El conocimiento así es sumamente contextual y ligado a las particularidades de un lugar concreto. A las crisis mundiales de hoy, en cambio, se ofrecen soluciones supuestamente universales formuladas atrás de un escritorio en la oficina de alguna agencia de cooperación o en la facultad de una universidad de Europa.
Por ejemplo, para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, la ONU a través del mercado de carbono permite que el gobierno de Holanda (un país contaminador) pague una empresa hondureña para construir una mega-hidroeléctrica en territorio Ixil para exportar energía a San Salvador. Esta “solución” (y el conocimiento que la concibió) a un aspecto de la crisis ecológica de nuestro tiempo es obviamente desligada de la particularidad de un lugar concreto. La supuesta “universalidad” del mercado de carbono al problema del calentamiento global no solo no está funcionando, sino que permite esconder los efectos negativos de esta “solución” en lugares escondidos poblados por personas que la sociedad razona desechables.
En cambio, las soluciones que nacen de la “contextualidad” del conocimiento Ixil se refleja en las tesinas de los estudiantes. Para cuidar el bosque de su comunidad (y así responder al calentamiento global a un nivel local), el estudiante Vicente Jacinto Raymundo cuenta que el pueblo Ixil se refugiaba en el valor ancestral del respeto que hacía que “todos los bienes se consideraban sagrados.” Vicente cuenta que los ancianos enseñan que “el agua no es un recurso para comercializar, sino un vital líquido no producido por el hombre que existía antes de que uno naciera y quedara permanente cuando uno muera.” El conocimiento Ixil, entonces, considera que la responsabilidad de cuidar los recursos naturales de la comunidad comienza con un reconocimiento de las limitaciones del ser humano y no presume tener la capacidad ni el derecho de creer ciegamente en el progreso tecnológico ni en la supuesta habilidad del ser humano de controlar su entorno.
El conocimiento demostrado en las tesinas de los estudiantes de la Universidad Ixil no presume dirigirse hacia otros contextos u otros pueblos. Más bien, se presume ser una respuesta moldeada a la realidad íntima de una comunidad concreta. El conocimiento sobre cómo cuidar el bosque o preservar un río es personal porque la vida del pueblo Ixil está estructurada a una escala humana que no esté separado de su entorno y que por eso tienen que vivir con las consecuencias de sus conocimientos y prácticas. Si se compara el bosque de Holanda con el bosque del pueblo Ixil, vuelve evidente que un conocimiento arraigado en la experiencia personal de una comunidad determinada sea más efectivo para responder a los múltiples problemas globales de hoy.
La segunda característica del conocimiento Ixil es que es un conocimiento transmitido a través de una tradición oral. Esta característica del conocimiento Ixil parecería chocar fuertemente con el requisito de la Universidad Ixil de pedir a los estudiantes de crear un informe escrito de su trabajo de investigación. Ciertamente, la parte más difícil del proceso de la tesina para los estudiantes fue la redacción del informe. La redacción, en muchos casos, no se conformaba a los rigurosos estándares de la academia occidental. La Universidad Ixil, sin embargo, se creó con el objetivo de abrir espacios de educación universitaria para los jóvenes que quedaban excluidos del sistema oficial de educación. El hecho de que los estudiantes que provenían de familias campesinas humildes no podían pagar las cuotas altas de una universidad prestigiosa o de un colegio privado de renombre académico era la causa de unos cuantos errores gramaticales.
Sin embargo, la redacción de las tesinas de los estudiantes revelaba un importante aspecto de la tradición oral de su cultura. Los informes escritos eran tediosamente repetitivos. En algunos casos, la misma frase podría ser repetida textualmente hasta cinco veces en el mismo párrafo. Esta repetitividad podría ser malinterpretada como una falta de escolaridad por la jerarquía académica occidental, pero a un nivel más profundo demostraba una característica esencial de una cultura que históricamente ha dependido de la transmisión oral del conocimiento. Castellanos considera que “los pueblos originarios saben que el conocimiento es el poder y…que el que enseña tiene la obligación de considerar si el que aprende está preparado para usar este conocimiento responsablemente.”[2]
El estudiante Jacinto Cedillo Brito hacía su investigación sobre la agricultura campesina Ixil. En su informe escrito, repetía persistentemente que “los abuelos enseñan que lo más importante es mantener la fertilidad de la tierra.” Se repetía esa frase porque al revisar las notas de su trabajo de campo, se nota que esa sabiduría fue compartida por cada agricultor y autoridad ancestral que entrevistó en su comunidad. La repetitividad no era por falta de otras ideas del estudiante, sino porque intentaba ser fiel al conocimiento que compartió los ancianos de su comunidad.
En la tradición oral, hay una gran responsabilidad en transmitir conocimiento de anciano a joven, pero también una responsabilidad en ser capaz de usar este conocimiento al ponerlo en práctica. En la Región Ixil, al igual que otros pueblos indígenas, la brecha generacional entre los ancianos y los jóvenes ha sido exacerbada por la intromisión de la cultura occidental. El proceso investigativo de la tesina abría la oportunidad de restablecer la comunicación entre las dos generaciones. Sin embargo, muchos de los ancianos y autoridades ancestrales del pueblo Ixil previsiblemente sospecharon de este inesperado interés de los jóvenes por el conocimiento ancestral. Es muy probable que la repetitividad en la redacción de las tesinas reflejara la sabiduría de los ancianos Ixiles quienes optaban compartir con los jóvenes los conocimientos que podrían ser utilizados en la praxis comunitaria. El conocimiento no se transmite para ganar un diploma, sino para ser utilizado para mantener las tradiciones y la vida de la comunidad.
Una tercera característica del conocimiento Ixil es que es un conocimiento en base de la experiencia. Algo se conoce porque uno lo ha experimentado personalmente. Para conocer cómo funciona el sistema de justicia comunitaria Ixil, el estudiante Aurelio Santiago Ceto fundamentaba su tesina en base de su participación como secretario de las autoridades indígenas de su comunidad. Este conocimiento es entonces “cualitativo y subjetivo y no cuantitativo y objetivo”[3] como prioriza el conocimiento occidental. Conocer algo implica experimentarlo y ser parte del proceso de aprendizaje. Nada se conoce en lo abstracto o puramente conceptual.
En la misma línea, el mundo occidental se enorgullece de tener acceso ilimitado a información aparentemente infinita. Si uno quiere saber sobre el manejo forestal, por ejemplo, una simple búsqueda de Google dará suficiente información para llenar años de lectura. Pero para el estudiante Domingo Cedillo Cobo, el manejo forestal se estudia para “asegurar un buen futuro para mis hijos para que tengan un ambiente lleno de mucha diversidad de árboles que aseguran una abundancia de agua, aire limpio y buena tierra para sembrar.” Conocer cómo manejar el recurso del bosque en la comunidad implicaba una relación íntima con los árboles y sus diferentes usos y con la comunidad y sus necesidades para la madera.
El joven Vicente Raymundo Cedillo analiza el problema de la deforestación en su comunidad y cuenta que “los maestros de las escuelas dan charlas a los estudiantes sobre el árbol, pero los niños de hoy ni saben cómo respetar a los arboles. Los maestros no reconocen a nuestra cultura como pueblo indígena y esto contribuye a que perdamos nuestra ideología y mentalidad.”
Muchos jóvenes de la nueva generación pueden repetir cabalmente los aprendizajes de la escuela sobre la importancia del agua, del bosque, y de los demás recursos naturales. Esto ha sido el supuesto gran logro de la educación bancaria occidental. A pesar de haber memorizada la importancia del bosque, sin embargo, pocos jóvenes hoy en día saben cómo cuidar los recursos naturales de su comunidad porque ya se está perdiendo la experiencia comunitaria de mantener un recurso colectivo. Si el conocimiento no esté sujetado a una experiencia, se vuelve ajeno e inservible.
La última característica que del conocimiento Ixil es que es un conocimiento holístico. Mientras que el conocimiento occidental se divide por especializaciones, el conocimiento indígena se preocupa en entender el todo.
Elías Solís estudió el problema del conflicto entre las tres religiones presente en su comunidad. Su investigación demostraba que el conflicto no era un tema que se podía analizar separada de la totalidad de la vida de la comunidad. Para hablar sobre la conflictividad que traía las diferentes religiones, lo consideraba necesario explorar una variedad de temas desde el cuidado de los árboles, la espiritualidad maya, la historia de la comunidad, el rol del Conflicto Armado, etc. En vez de intentar aislar un concepto o variable para estudiarlo en aislación de los demás como hace el conocimiento occidental, el conocimiento Ixil busca entender las relaciones de todo con el todo.
El conocimiento personal, transmitido oralmente, basado en experiencia y holístico define el saber Ixil. La apuesta de la Universidad Ixil es de crear un espacio para reivindicar, visibilizar y rescatar este conocimiento para las futuras generaciones del pueblo Ixil. Solo desde el plano de un conocimiento propio y autónomo puede el pueblo Ixil seguir construyendo el camino de la B´anla Tiichajil (Buen Vivir) perteneciente a su propia realidad. Pero más allá de la importancia del conocimiento ancestral para los jóvenes Ixiles, el conocimiento Ixil también aporta pistas para encontrar respuestas a los problemas que afecta el mundo de hoy. La Universidad Ixil, entonces, también existe como una insólita e importante institución para anunciar y propagar un conocimiento históricamente ignorado y rechazado que ofrece soluciones e ideas para responder a los problemas que enfrenta el mundo globalizado.