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Por Nancy Sabas, Coordinadora de Enlaces con CCM Guatemala y El Salvador.
Recuerdo mis días de infancia creciendo en Honduras y escuchando a mi madre lanzando la idea de migrar y trabajar en Estados Unidos cada vez que se sentía desesperada e incapaz de pagar las cuentas, siguiendo el ejemplo de sus hermanas. Mi mamá, una mujer Nicaragüense, empezó a trabajar cuando tenía 12 años para apoyar a su familia y abandonó la escuela al llegar al séptimo grado.
Cuando cumplió 18, se mudó a Honduras donde conoció a mi papá: un negociante Palestino sin educación formal, una personalidad muy fuerte y criado bajo la creencia de que ir a la escuela es una pérdida de tiempo, especialmente para las mujeres. Después de mucha presión e insistencia, mi mamá logró negociar con mi papá para que mis hermanos y yo recibiéramos educación en uno de los colegios más bajos del área.
La educación básica de mi mamá no le daba acceso a un trabajo en Honduras que pudiera proveer lo suficiente para criar a 4 hijos en un ambiente seguro, así que ella constantemente coqueteaba con la idea de migrar a los Estados Unidos y encontrar un trabajo que le permitiera proveernos mejor educación y una condición más segura lejos de mi papá.
Me recuerdo a mí misma con 7 años, rogando de rodillas y llorando cuando ví las maletas de mi mamá en la puerta pidiéndole que me llevara también. Ella dijo que no tenía nada que ofrecerme, a lo que yo le respondí que no me importaría vivir debajo del puente (un área de extrema pobreza en Tegucigalpa) mientras que yo estuviera con ella. Ahora que tengo 27, sé que realmente lo dije con toda seriedad.
Ella no se fue, pero yo soy una excepción entre los miles de niños centroamericanos con familias desintegradas debido al fenómeno de la migración.
Hace unas semanas, hospedamos a un grupo de jóvenes participantes de la Iglesia reformada de Michigan, EEUU. El tour se enfocaba en la problemática de la migración y las causas de raíz que empujan a las personas a dejar sus países y emprender un viaje altamente peligroso hacia el Norte.
La ruta que lleva a los EEUU trae consigo muchas víctimas de asaltos, tráfico de personas, secuestros, asesinatos y terribles accidentes. Una de las actividades que planeamos para el grupo consistía en visitar un albergue para migrantes en Tapachula, México llamado ¨El buen Pastor¨. Ellos atienden a migrantes temporalmente y les ayudan con atención médica, especialmente para aquellos que han sido víctimas de ataques por asaltantes o carteles de droga, o que han perdido un miembro de su cuerpo después de haber montado la ¨Bestia¨- un tren de carga que toman los migrantes Centroamericanos para viajar del sur al norte de México.
Durante la conversación que tuvimos con el staff del albergue, uno de ellos mencionó el hecho de que estaban esperando recibir durante los próximos dos días a una mujer con su bebé de 2 años quienes acababan de tener un accidente cayéndose de la Bestia, en el que ella perdió su pierna y su bebé el brazo.
Tengo que admitir que el sentimiento que experimenté después del horror, fue ira. Sentí ira ante la salvaje y sádica estructura que obliga a las personas a huir de sus países de origen y destruir sus familias. Ellos tienen que tomar todo tipo de riesgos para tener acceso a las sobras de una vida con dignidad en EEUU.
Es fácil sentirse tentado a hacer apresuradas conclusiones distraídos con la punta del iceberg y sin entender a plenitud las razones de por qué las personas están forzadas a abandonar sus países y están dispuestos a tomar un viaje que pone en riesgo sus vidas.
Las causas que llevaron a los 52,000 niños el año pasado a huir de Honduras, Guatemala y El salvador son muy complejas. En resumen, estos 3 países –llamados ahora el epicentro de las maras- están contaminados con corrupción, impunidad, tráfico de drogas, violencia urbana, desempleo y un sistema policiaco que ha sido asociado con las operaciones del crimen organizado.
Estos tres países también enfrentan seria inequidad en la distribución de la riqueza, cayendo más sobre el modelo de una ¨Oligarquía¨ que sobre una democracia auténtica. Las personas se quedan con el sentimiento de que no hay un lugar seguro donde avocarse y se sienten desesperanzados con la idea de emprender una iniciativa de negocio que pueda competir con las enormes cadenas de franquicias transnacionales. Por otro lado, muchos emprendedores se vuelven victimas de extorsiones y son incapaces de pagar los altos ¨impuestos de guerra¨ a las maras.
El gobierno de Estados Unidos está direccionando casi 4 billones de dólares para fortalecer la seguridad en la frontera y refuerzos para la inmigración, las cuales son acciones que no tendrán un impacto directo en las causas estructurales. Es muy improbable que detengan a Hondureños, Salvadoreños y Guatemaltecos huyendo de sus países a pesar las crecientes amenazas y abusos en sus viajes hacia el Norte.
Ignoro las condiciones específicas que llevaron a esa mujer a montarse sobre el tren con su bebé de 2 años y también ignoro las historias por separado de por qué estos 52,000 menores buscaban llegar al Norte. Solo sé que nuestras voces deben de ser escuchadas para incidir por un trato más justo y compasivo a nuestros hermanos y hermanas de Centroamérica que logran llegar a los Estados Unidos, y por una respuesta dentro de los países Centroamericanos que incluya soluciones a largo plazo para enfrentar las causas de raíz en cuanto a la migración.
ACCION:
- Envía una carta a los miembros de tu Congreso y al Presidente Obama urgiéndoles asegurarse que la respuesta del Gobierno de los Estados Unidos a los migrantes Centroamericanos que cruzan la frontera sea compasiva y humana, y que cualquier fondo direccionado a los gobiernos de Centroamérica esté enfocado en encontrar soluciones que ataquen las causas de raíz que provocan la migración.