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Por Saulo Padilla, Coordinador de Educación en Inmigración, CCM EE. UU.

Soy un forastero

En 1993 y 1995, llevé un grupo de jóvenes a una conferencia en Ciudad Juárez, México. Las dos veces, cuando cruzamos la frontera me separaron del grupo y me interrogaron acerca de mis documentos Canadienses. En 2003, durante un viaje a Europa, un agente de aduanas Suizas, examinó mi pasaporte por una media hora. No revisó los pasaportes de los otros dos compañeros caucásicos que viajaban conmigo.

En julio de 2009, de regreso de una visita a mi país natal, Guatemala, un oficial de inmigración y aduanas en el aeropuerto de Houston decidió extender mi visa religiosa de una vez. En febrero del 2010, la fecha de vencimiento original de mi visa, vencieron las visas de mis hijas. Mis hijas y yo terminamos en la oficina de la Patrulla Fronteriza (PF) en Indianápolis durante cuatro días, esperando en un salón sin un baño ni una fuente de agua, debido a las amenazas que deportarían a mis hijas si yo no colaboraba. Tuve una sensación de impotencia cuando el agente no escuchó a mi explicación. El oficial no aceptó que el oficial en Houston había renovado mi visa así, porque eso era contra las regulaciones. Después de cuatro días en la oficina de la PF en Indianápolis, se nos dijo que teníamos que salir del país y renovar las visas de mis hijas en la frontera de Canadá.

La humanización de oficiales de la Patrulla Fronteriza

En Nogales, México, en mayo del 2010, conocí a Juán, un deportado que había vivido en los Estados Unidos durante 16 años. Había intentado cruzar la frontera varias veces en los 3 meses pasados para reunirse con su familia en California. Juán compartió cómo la policía mexicana le registró varias veces y robó su dinero. Continúo contando que en su último intento, la gente con quien cruzaba la frontera tomaron su comida y agua, y que su coyote (contrabandista humano) tomó su dinero y le abandonó. Entonces dijo, “Después de dos días perdido en el desierto, tuve suerte que un oficial de la Patrulla Fronteriza me encontró. Me dio comida y agua, curó las ampollas en mis pies, y luego me deportó.” ¿Quién es el buen Samaritano en esta historia?

En mayo del 2012, en el inicio del Sendero del Migrante – una caminata de 75 millas a través del desierto de Sonora para llamar la atención a las muertes de migrantes – hablé con una mujer de origen mexicano que vive en Tucson quien ayudó a servir la comida a los participantes. Ella me dijo: “Mi hijo es un oficial de la Patrulla Fronteriza.” Me sorprendió: ¿Cómo es posible que el hijo de una inmigrante, que sirve comida a defensores de inmigrantes, podría ser un oficial de la PF? “Él es un buen chico”, dijo, “Él ayuda a los mojaditos todo el tiempo. Él les encuentra y les da comida y agua, y, después, tiene que deportarlos.”

La historia de Juan y la historia del hijo de esta señora comenzaron a humanizar a los oficiales de la PF para mí. Ella terminó su historia diciendo, “cuando viene a casa después del trabajo, le pregunto la misma pregunta todos los días: ¿cómo te fue en el trabajo mijo (mi hijo)? Siempre contesta de la misma forma, ‘rompiendo sueños, mamá, como siempre, rompiendo sueños.”

¿Quiénes son los “Forasteros” (los “Otros”)? 

Mi trabajo con grupos constituyentes de CCM  incluye la reflexión teológica sobre el mandato bíblico de dar la bienvenida al forastero. ¿De este modo, a menudo tengo que preguntar, quién es el forastero? Cuando visito Tucson, Arizona, mi amigo Bryce Miller, el pastor de Shalom Mennonite Fellowship, me desafía, expresando que para él el forastero es tanto el migrante como el oficial de la Patrulla Fronteriza.

¿Qué significa decir que el oficial de la Patrulla Fronteriza es el forastero? Durante los últimos cinco años he tenido mucho contacto con los agentes de la PF y esto me ha ayudado a entender la profundidad de tal invitación. La invitación al principio era para aquellos que tenían una postura anti-migrante, para que ellos recibieran a mis hermanos y hermanas inmigrantes.

La ampliación de la invitación 

Pero ahora, la invitación ha cambiado y se ha hecho para que TODOS/TODAS den la bienvenida al otro. La pregunta retórica de Jesús, “Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores aman a los que los aman,” es muy importante mientras que seguimos construyendo puentes entre comunidades residentes y recién llegados. Para los que procuramos la paz, el trato de Jesús a los forasteros (recaudadores de impuestos, mujeres, líderes religiosos, centurions, etc.) muestra un principio para nuestros encuentros con el otro. Basado en esto, mi forastero ya no es solo el inmigrante. Soy un inmigrante. Amar solamente a mis hermanos y hermanas migrantes es fácil, no sufro, ni tomo riesgos, y según Jesús “no tiene mérito”. Entonces, ¿quién es mi forastero? El ver a los agentes de la Patrulla Fronteriza como mi forastero ha girado la invitación 180 grados.

En su libro, Exclusión y Abrazo, Miroslav Volf nos advierte del riesgo que corremos cuando estamos en un activismo constante contra el otro, porque podemos considerar en utilizar las estrategias del otro. La tendencia de hacer al forastero el recipiente de nuestra sospecha es constante para nosotros; he experimentado esto como migrante. Mi experiencia, activismo, amor, y solidaridad expresada para el oprimido y marginalizado, a menudo se convierte en sospecha y marginalización de otros. A menudo he practicado la exclusión racionalizada y demonización, y en este caso de la Patrulla Fronteriza.

Agentes de la PF como mi “forastero” 

Viendo los agentes de la Patrulla Fronteriza como mis forasteros también me ha llevado a una fresca invitación de incluir al “otro”. Este entendimiento también me ha llevado a concentrarme en las causas primordiales de mi conflicto con la Patrulla Fronteriza. He aprendido que en los Estados Unidos, la sospecha y el comportamiento áspero de oficiales de la Patrulla Fronteriza viene de un sistema fracturado de inmigración, y una cultura belicosa estructural; el enfocar mi activismo solo en unos cuantos oficiales de la Patrulla Fronteriza no cambiará mucho.

Mi trabajo actual de incidencia se enfoca en concientizar a los grupos constituyentes del CCM. De esta forma, tratar de renovar el sistema de inmigración y promover políticas que tengan en cuenta el impacto del muro fronterizo y militarización en las comunidades a lo largo de la frontera.

Una refrescante visión de mi nuevo “forastero” vino la última vez que me encontré con un oficial de la Patrulla Fronteriza en la frontera de México-Estados Unidos durante El Sendero del Migrante 2012. Al ver al oficial le sonreí cuando me acerqué a él, y él me sonrió a mí. Él me preguntó si tenía suficiente agua y comida, y cuando me dio de vuelta mi pasaporte dijo: “Si usted necesita cualquier cosa en el camino, avísenos.” Yo recordé al Patrullero que había ayudado a Juan, y al hijo de aquella mujer que rompía sueños.

Permíteme preguntarte, ¿quién es tu forastero?.

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