Guarda la calma.
Cuando te enteres, sospeches o seas testigo de un caso de abuso sexual en tu familia respira profundo y enfócate no en cómo te sientes tú, sino en la víctima, sobre todo si se trata de un niño, niña o adolescente. Él o ella se acercaron a contarte lo que estaba pasando, o se lo contaron a alguien más porque necesitan ayuda.
Protege a la víctima.
Si es necesario aléjala del agresor. Esto implica sacarla de su casa si el agresor es su padre, hermano o familiar cercano, o pedirle al agresor que abandone el domicilio de la víctima. Piensa esto: el agresor va a ser en la mayoría de los casos una persona con fácil acceso a la víctima, tu papel es protegerla lo mejor posible.
Evita esparcir rumores, comentarios o detalles sobre el caso entre muchas personas.
No significa guardar silencio o mantener el secreto, pero debes tomar en cuenta que hacer del conocimiento del caso entre muchas personas podría implicar la revictimización de la persona agredida. Las personas querrán saber más y más y emitirán su propio juicio sobre la situación, lo que puede llegar a avergonzar o confundir a la víctima o a ti.
Busca ayuda de un profesional (consejero, pastor, terapeuta, abogado, etc.) para ti en primer lugar, y luego para la víctima.
¿Has viajado en avión? Cuando los sobrecargos dan las instrucciones sobre qué hacer en caso de que ocurra un accidente durante el vuelo y llegan a las mascarillas de oxígeno, lo que siempre dicen es que la mascarilla te la debes colocar primero tú, y luego ayudar a quien lo requiera. Podría sonar egoísta, pero si lo piensas un poco tiene mucho sentido. Si por querer ayudar a otros tú te quedas sin oxígeno, no solo puedes salir lastimado tú, sino aquellos a quienes querías ayudar. Lo mismo pasa cuando tratas de volcarte sobre la víctima sin estar bien preparado tú mismo. Tómate un tiempo, respira, trata de asimilar la gravedad de la situación y escucha el consejo de personas preparadas para responder a situaciones de trauma. ¡Ponte la mascarilla! Recuerda, lo más importante para la víctima es alejarla de su agresor.
Denuncia.
Sí, lo sabemos. Tomar la decisión de denunciar frente a las autoridades correspondientes a tu esposo, padre, suegro, tío, primo, hermano, sobrino, pastor, amigo, etc., NO ES FÁCIL. Pero es necesario y tu responsabilidad como adulto cuidador y protector de los niños, niñas y adolescentes que Dios ha puesto a tu cuidado. Por eso es necesario prepararte y afirmarte antes, e informarte sobre lo que vendrá en cuanto al proceso penal. Mide tus fuerzas, como recomendó Jesús, antes de salir a enfrentar al enemigo (Lucas 14:31). Fortalece tu corazón y ponte en manos de Dios, principal Defensor de los niños (Mateo 18:6-8). Busca aliados y compañeros en este proceso.
Sé un aliado seguro y firme.
Los agresores harán todo lo posible para desacreditar, minimizar o racionalizar el abuso que cometieron. Sobre todo, argumentarán que el niño, la niña o el adolescente “los sedujeron”, “los provocaron”, “lo buscaron”. Dirán que, si te pones del lado del niño, niña o adolescente, destruirás a la familia, harás que personas queridas enfermen y quizás hasta te acusarán de querer hacerles daño, ¡a ellos! Y la verdad es que sí. La familia sí va a entrar en crisis, pero no por tu culpa, o por la culpa del pequeño que decidió revelar el abuso. No pierdas la dimensión de las cosas, el único culpable es el agresor que decidió hacer mal uso de su poder, posición, influencia y autoridad en la familia, para lastimar de una forma profunda a su víctima.
Mantente firme.
En nuestra sociedad, la voz de los pequeños es menospreciada y pocas veces tomada en serio. Pero se ha comprobado que el 95% de los niños y niñas que revelan una agresión sexual no la están inventando. En nuestra sociedad, además, el sistema judicial adultocéntrico (centrado en los adultos y no en los niños), se forma de adultos que defienden a otros adultos. ¡Los niños, niñas y adolescentes necesitan un aliado!
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¿Cómo ayudar a alguien que fue víctima de abuso sexual?
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