Víctima de abuso sexual. Lo descubrí tarde porque, como dicen las estadísticas, fui una niña abusada que guardó silencio por 20 años, hasta que pude abrir la presa de mis emociones y secretos con el que es ahora mi compañero de vida y busqué ayuda.

Durante un año, de la mano de mis terapeutas y junto a mis compañeras de grupo, mi ser entero fue sanando. Descubrí el valor que tienen las palabras en la construcción de la identidad. De “víctima”, me convertí en “sobreviviente” … Esa fue una de mis primeras grandes victorias. Ahí descubrí el poder que tiene romper el silencio.

Un año antes de decidir dejar mi antiguo trabajo, mi corazón estaba inquieto. Soy una mujer espiritual. Crecí cultivando mi fe en un Dios que me ama y que ha estado conmigo a cada momento, sanando, reparando, luchando, llorando conmigo, pero siempre caminando. En la búsqueda de propósito, de servicio al prójimo y quizás de trascendencia, la chispa divina en mi interior me hacía sentir y pensar que mi momento había llegado, y todo apuntaba hacia lo mismo: hacer algo con mi experiencia de sanidad, de crecimiento…

Confieso que la sola idea me daba un poco de temor, me sentía inadecuada. Había escuchado de gente bien intencionada la importancia de no “exponerse”, de no abrir lo más íntimo para no salir lastimada… pero por el otro lado, comencé a descubrir con asombro, una nueva fortaleza en mí, una pasión inédita, y la resolución de no callar. “Puedo hacer esto, estoy lista” comencé a decirme. Y heme aquí.

Muchos años después de esa experiencia de abuso y de sanidad, recibí la invitación a colaborar en el Comité Central Menonita. El trabajo que estoy haciendo ahora, está orientado hacia la creación de protocolos de prevención y protección contra el abuso y la explotación sexual infantil. Impulsando y sembrando en iglesias y organizaciones de la sociedad civil el tema, como un punto que requiere atención prioritaria, pero, además, hablando de violencia sexual sin sentir temor, ni pena, ni rencor, ni rabia… porque ahora sé, que se puede pasar de víctima a sobreviviente, y de sobreviviente a ser más que vencedora. A redimir la experiencia poniéndola al servicio de otros, pero, sobre todo, y en la medida de lo posible, de las niñas y niños de nuestro país.


Ruhama Pedroza García es la facilitadora de procesos de formación de CCM Mexico.