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Después de nuestra segunda visita del día, nos tomamos un momento para sentarnos, comer y charlar un poco más con los miembros de la comunidad Chucarasi del Norte de Potosí (Bolivia). Después de terminar un plato completo de papas y verduras recién cosechados, el tazón rojo rebosante de duraznos fue un postre bienvenido y refrescante. Eran más pequeños de lo que yo estaba acostumbrada, ya que me crie cerca de una región donde se producen duraznos al sur de Ontario, Canadá. Sin embargo, eran brillantes, llenos de sabor y más dulces que cualquier postre que hubiera podido desear.
Un hombre del Programa de Desarrollo Integral Interdisciplinario (PRODII), socio del CCM, se fijó en nuestras miradas, e incluso puede que nos viera meter algunos duraznos de más en nuestras mochilas para más tarde. Nos preguntó si queríamos llevarnos algunos para el camino. Había sido un largo día de viaje a comunidades remotas alrededor de Potosí para aprender cómo los agricultores se están adaptando a un clima cambiante. Todavía nos quedaba un lugar por visitar, así que todos asentimos rápidamente.
Con una sonrisa pícara, tomó el cuenco y colocó cuidadosamente cada durazno en su mochila, uno por uno. Yo no dejaba de pensar: “seguro que ya hay suficientes duraznos para todos nosotros”, hasta que todos los duraznos del cuenco se amontonaron en su bolsa, a punto de estallar. Y con eso, entramos en la camioneta de PRODII y seguimos nuestro rumbo para visitar la siguiente comunidad llamada Kisi Kisi.
Llevarnos una bolsa llena de duraznos no hizo una gran diferencia para una comunidad que tiene árboles frutales en cada esquina y está en el pico de su temporada de cosecha. Sin embargo, antes no tenían esta abundancia. Hace diez años, no se podían encontrar duraznos o manzanos en estas comunidades. En climas montañosos como el del Norte de Potosí, con una altitud de más de 4.500 metros, los agricultores suelen ver sus cultivos limitados a unas pocas variedades de papa y otras hortalizas abundantes.
Esta abundancia de fruta fresca me planteó una cuestión complicada. Creo que todos tenemos prejuicios internos. Como comunicadora, a menudo tengo pensados los relatos y los esquemas de las historias antes de hablar con la gente. La historia que me había propuesto escribir era sobre cómo el cambio climático está afectando negativamente a los agricultores en áreas remotas de Bolivia. Pero después de visitar estas comunidades, escuchar sus historias y disfrutar de muchas comidas con zumo de manzana fresco y duraznos de postre, me enfrenté a una pregunta confusa: ¿está el cambio climático, en efecto, ayudando a estas comunidades?
Nicolás Yucra Gómez es de Kisi Kisi en el Norte de Potosí. Él es beneficiario del programa PRODII desde hace años y es un líder en su comunidad. Nos mostró su tierra y sus parcelas experimentales, y sostuvo con orgullo las cebollas más grandes que yo había visto en mi vida. Cuando le pregunté cómo ha afectado el clima a su trabajo, me explicó primero: “Antes no se podían conseguir duraznos por aquí. Pero ahora, con el calentamiento global, el clima ha cambiado. Año tras año aumenta el calor. Ahora podemos tener otros productos, como los cítricos. Allí tenemos naranjas, uvas, higos y limones. Ahora hay mandarinas, antes no podíamos cultivarlas. El clima ha cambiado y ahora podemos plantar cítricos”.
La historia de Nicolás no es única. Muchos de los agricultores que visitamos a lo largo de los tres días compartían este mismo sentimiento: a medida que las temperaturas aumentan, se pueden cultivar más productos de los que antes se podía.
Luis Mamani, de la comunidad de San Pedro, añade: “Cuando yo era niño, no podíamos producir esta nueva variedad [de papa] que tenemos ahora llamada Huaycha. únicamente podíamos producir una variedad. Parece que ahora hace más calor y puedo producir nuevas variedades que antes no habría podido”.
Luis y sus compañeros están aprovechando el clima más cálido para experimentar con la recuperación de las semillas nativas de papa de hace generaciones. A partir de una sola papa, están encontrando la forma de trasplantarla y multiplicarla hasta en 17 nuevas variedades de papas de muchos colores como negras, azules, blancas y moradas.
Al hacer renacer variedades nuevas y antiguas, estos agricultores están trabajando por la seguridad alimentaria de sus familias y comunidades. Con una mayor diversidad en la producción, sus hijos ya no se ven obligados a emigrar a las ciudades y pueden llevar una vida más saludable.
Pero hablar únicamente de la abundancia de nuevas frutas y verduras disponibles en el presente, tampoco representa toda la verdad. El cambio climático ha traído complejidad a la vida de todos. Y aunque puede haber cambios nuevos y fructíferos, también trae una imprevisibilidad que puede ser perjudicial para sus cultivos y medios de vida. Estos agricultores caminan sobre un terreno inestable. Trabajan para plantar nuevos cítricos y desarrollar nuevas variedades de papa, pero andan con cuidado, sin saber nunca cuándo se les moverá el suelo en que caminan.
Gabriel Acarapi Chuca, técnico del equipo del PRODII, explica: “Las lluvias solían repartirse durante la temporada, quizá de septiembre a enero. Pero ahora, las lluvias que deberían estar repartidas en un periodo más largo de tiempo llegan de golpe y dañan los cultivos. Y ahora tenemos granizo que cae en diferentes intensidades y en diferentes momentos. El problema es que no hay consistencia, el clima es muy imprevisible. En una comunidad cercana cae mucho granizo todos los años y eso es muy malo para nuestra gente”.
De una visita a otra, escuchamos que el tema del agua ha sido una gran fuente de preocupación. O es muy escaza o es demasiada. O hay sequía o cae con tanta fuerza que acaba con cosechas enteras de la noche a la mañana.
Richard Ignancio, un agricultor de la región de Layuri, en Norte de Potosí, dice que el año pasado experimentó esta devastación con su cosecha de papas. “Hemos dicho que está haciendo más calor, pero también hay granizo. Si el granizo golpea las plantas de papa, podemos perderlo todo. El año pasado las heladas se llevaron toda la cosecha de papas”.
Y luego está la lluvia: llueve en cualquier momento, o no llueve ni un poquito, o a veces hay sequías en las que no llueve en lo absoluto. A veces está muy seco; el año pasado hubo muy poca agua. Está cambiando mucho. Y este año está lloviendo más”.
Una de las formas en que PRODII está ayudando a estos agricultores a mitigar estos efectos es con el uso de sistemas de Manejo Integral de Cuencas (MIC). Los sistemas de MIC recogen el agua de todas las fuentes: de la lluvia, del rocío que queda en los pétalos de las flores y de las raíces profundas del suelo. Por la fuerza de la gravedad, esta agua fluye hasta un sistema de captación. Con este sistema convierten las fuentes de agua que de otro modo no se aprovecharían en opciones utilizables y fiables para estos agricultores. Gabriel explica: “La idea es mejorar la cantidad de agua que la gente puede tener. Estamos trabajando mucho en eso en las diferentes comunidades. Queremos que estos MIC sean ejemplos, demostraciones para otras comunidades”.
Lo que vi hacer a PRODII es adaptarse junto a las comunidades vulnerables y trabajar de forma creativa para satisfacer sus necesidades expresadas. Para los agricultores que sufren la sequía, el trabajo de PRODII tiene que ver con la creación de sistemas MIC. Para las comunidades afectadas por el granizo, se trata de instalar túneles como incubadoras para proteger a las pequeñas plantas de papa mientras crecen. Y algunos días, tiene que ver con sentarse juntos disfrutando de los frutos de su trabajo durante la temporada de cosecha.
En nuestro largo viaje de vuelta a casa, encontré un durazno escondido en el fondo de mi bolso. Deleitarme con ese durazno después de un largo día no representaba una negación de los efectos nocivos del cambio climático. Experimentamos la angustia por las comunidades que de la noche a la mañana han perdido su suministro de alimentos para el próximo año. Y también celebramos sus victorias, como los jugosos duraznos, que crecen con abundancia suficiente para compartir.
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El Programa de Desarollo Integral Interdisciplinario (PRODII), socio del CCM, se dedica a reducir los efectos del cambio climático y a garantizar la seguridad alimentaria de los campesinos indígenas más vulnerables. Su objetivo es aumentar la productividad agrícola, la diversificación de los cultivos y permitir una actividad agrícola más continua durante todo el año.
Duraznos servidos durante una comida en la comunidad de Chucarasi. El personal de CCM y PRODII visitó las comunidades cuando los duraznos estaban en temporada; a menudo se sirven como postre o como parte de las bebidas. Uno de los efectos secundarios del cambio climático es que frutas como los duraznos ahora son cultivados en altitudes en las que antes esto era imposible.
Rachel Watson es la coordinadora de comunicaciones para CCM Bolivia.