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Sentada en la luz solar moteada al lado de este río en el sur de Honduras, fue difícil creer que hace 20 años, no hubo ningún árbol aquí. Aunque es tranquilo hoy en día, en octubre de 1998 el Huracán Mitch causó un torrente de agua, piedras, y lodo que derrocó los guanacastes y las ceibas gigantes de este valle, recordó Adolfo Espinal, director del Comité de Desarrollo Social (CODESO). Creado en respuesta al Mitch, CODESO lideró un esfuerzo de sembrar 13000 árboles en esta cuenca para ayudarla recuperar.

Este ministerio de la Iglesia Evangélica Hermanos en Cristo en Orocuina, departamento de Choluteca, recibió a algunxs miembrxs del equipo de CCM Honduras este agosto para que pudiéramos aprender más sobre dos de los proyectos en que colabora con CCM para promover la sostenibilidad y el desarrollo de las comunidades en la zona. En 2010, el comité cambió su enfoque del alivio a la autosuficiencia de lxs campesinxs ante las sequías y aguaceros que causan inundaciones debido al cambio climático.

Adolfo nos guió río arriba desde la arboleda hasta una represita con un acueducto. «Trescientas familias usan agua de aquí», nos dijo, pero ha tomado mucho esfuerzo proveer el acceso al pueblo. Una persona adinerada controla mucho del río, y el manantial pertenece a otra. CODESO tuvo que negociar con las dos para asegurar una fuente de agua para la gente local.

Director de CODESO Angel Adolfo Espinal y granjero Melvin Virgilio Sánchez Portillo, tesorero de la cooperativa de ahorro para lxs agricultorxs de la comunidad de Araditos, enseñan un grupo de CCMerxs la cosecha de Melvin: maíz y maicillo. Foto: Lily Mast

La mañana siguiente, Adolfo nos presentó a un colectivo de ahorro para lxs agricultorxs de Araditos, una de más de 100 comunidades pequeñas en el área alrededor de Orocuina. CODESO sembró la idea con el grupo 10 meses antes de nuestra visita, y después de unos meses de organizar y planear, la cooperativa había estado operando oficialmente por unos cinco meses a finales de agosto.

Siendo sábado, pudimos reunirnos con los 20 miembrxs de la cooperativa en la escuela donde tienen sus reuniones mensuales. Adolfo ofreció un devocional acerca de tomar decisiones responsables, en particular cuando estemos decidiendo cómo interactuar con otras personas y con la naturaleza. Esta teología de amor por lxs vecinxs y la creación motiva los esfuerzos de CODESO ayudar a lxs agricultorxs a dejar de usar pesticidas que dañan la salud de los seres humanos y el medioambiente. Esto es un desafío en una región con plagas perennes de langostas y pulgones amarillos.

Todxs se presentaron y nos contaron cómo funciona el grupo. Lxs miembrxs contribuyen al fondo compartido en varias maneras. Cada persona paga una mensualidad de 20 lempiras que sirve como una contribución de ahorro. La multa de perder una reunión es 50 lempiras, o un día de trabajo. A cada miembrx se permite tres excusas sin pagar, pero al tener más de tres ausencias—o una ausencia sin excusa—está sujetx a la multa.

Su herramienta más poderosa es el micro-préstamo, que sirve como autoseguro para la comunidad y una manera de aumentar sus ahorros. Si hay una emergencia que unx agrigultorx no puede financiar, el grupo puede ayudar. Por ejemplo, si una familia necesitara reparar su techo por 1000 lempiras, sólo hubiera que firmar un documento que significa que se ha comprometido a pagar. El interés es 2% cada mes, y registran los pagos y las capitalizaciones en el libro mayor. Todxs tienen derecho a revisar este libro de contabilidad para asegurar la rectitud y la exactitud.

Melvin Virgilio Sánchez Portillo, tesorero de la cooperativa, ofreció darnos una gira por la parcela que él cultiva después de la reunión. Él nos guió cuesta arriba por un sendero rocoso. Más allá de su casa y las de sus vecinxs, continuamos debajo de ramas de mangos y entre muros de piedra hechos a mano hasta que llegamos a la tierra donde cultiva maíz y maicillo.

A primera vista, su cosecha se vio como maíz recién sembrado. Montañas y bosques la rodearon, y a la derecha, pudimos ver una cosecha más madura creciendo en una colina. Juntos, el campo plano que contenía las plantas jóvenes y la colina constituyen una parcela de tres manzanas que pertenece a un hacendado que vive cerquita en la campiña y exige la mitad de la cosecha de Melvin por el «privilegio» de trabajar la tierra. Lxs agricultorxs en la zona casi siempre se encuentran en una situación de aparcería así, porque—como Melvin nos dijo—cuesta 100,000 lempiras comprar una manzana. Esta suma es aproximadamente 7.5 años de ingresos para un campesino.

Las plantas pequeñas habían estado sembradas hace un poco más de tres semanas. Melvin nos enseñó que lo que se vio como un solo tipo de planta de maíz de hecho eran dos clases, de maíz y maicillo. Crecen bien así porque maduran y se cosechan en diferentes ciclos. Esta manera de sembrar sirve como seguro contra un año seco. Durante una temporada sin mucha lluvia, el maíz usualmente muere, pero el maicillo puede sobrevivir en condiciones más duras.

Maíz y maicillo crecen juntos en el campo cerca de Orocuina, Choluteca, Honduras. En el fondo, una cosecha madura de estas plantas ilustra los beneficios de este método de sembrar como seguro contra las sequías: el maíz se ha muerto por falta de agua, pero el maicillo todavía está verde y casi listo para cosechar. Lxs campesinxs tienen que contar con este grano como alimento más que en el pasado. Foto: Lily Mast

Vimos que el maíz de la siembra de abril había muerto así, aunque el maicillo estaba casi listo para cosechar. Los tallos secos de maíz y el maicillo, aún verde, nos causaban ver a la ladera moteada como recuerdo de la temporada demasiada seca. A pesar del maíz muriendo este año, los agricultores mencionaron mientras estábamos en la escuela que este año ha tenido más lluvia. Hace tres años, el maicillo murió también debido a una combinación de una sequía y una plaga de langostas.

Durante nuestro descenso, Melvin nos invitó entrar a su hogar. Con fondos ahorrados de su tiempo como trabajador agrícola migrante en Guatemala, él había comprado un terreno y había construido su casa con materiales que encontró allá. Su familia nos dio la bienvenida, y pudimos ver unos de los silos de acero que CODESO entrega a lxs campesinxs para que puedan almacenar sus cosechas. Estos barriles aumentan la vida útil de los frijoles y los granos desde unos meses hasta un año o más porque los protegen de las plagas y la humedad. Antes de este proyecto, si una cosecha había fracasado, la gente tenía que depender del alivio para alimento, pero ahora pueden recurrir a sus rendimientos anteriores para aguantar una temporada especialmente mala.

En previsión de la buena cosecha del maicillo todavía en el campo, la familia se sentía confiada y vendió sus reservas de la cosecha pasada. Las hijas de Melvin nos enseñaron el ganado de la familia, incluyendo los chanchos y los pollitos recién comprados con las ganancias. La familia compartió una merienda—comprada con el mismo dinero—con nosotrxs, y platicamos un rato antes de que nos dirigimos cuesta abajo.

Con la crisis climática cobrando fuerza día a día, la vida se hará aún más difícil para la gente que cultivan esta área; cuando las lluvias sean impredecibles, los insectos y las enfermedades maten las cosechas ya estresadas por las condiciones desfavorables. Es alentador ver organizaciones como CODESO trabajando por la mitigación de los impactos climáticos al implementar métodos sostenibles y creativos de la agricultura, construir infraestructura, y fortalecer el capital social para reforzar las comunidades de la región para que puedan vivir en armonía con su entorno por generaciones venideras.


Lily Mast esta sirviendo como Especialista en Medios Digitales con el programa SALT de CCM en Honduras.

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