Brisa (derecha) al lado de su compañera de trabajo, Veronica (izquierda)
por Jessica González, Facilitador de PMER and PSEA en Bolivia
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, resulta imprescindible reflexionar sobre las historias de mujeres que han enfrentado y resistido la violencia en distintos escenarios. Históricamente y hoy en dia, as mujeres se levantan para luchar y transformar sus realidades. La discriminación, la desigualdad, la falta de oportunidades, de educación y acceso a la atención médica son solo unas de las realidades por las que seguimos luchando para realmente tener una vida digna, en abundancia, y sin cualquier tipo de violencia. Tal es el caso de Brisa Angulo y Eduarda Mamani Rojas, dos mujeres bolivianas que, desde sus experiencias y realidades, comparten sus testimonios y perspectivas sobre esta ardua pero necesaria lucha.
Brisa: Una Lucha Incansable por la Justicia y la Dignidad en Bolivia
Brisa, fundadora y directora de la Fundación FUBE (Fundación Brisa de Esperanza), es un claro ejemplo de cómo transformar el dolor en acción. Su labor no se limita a dirigir una organización que brinda apoyo integral a niñas y adolescentes sobrevivientes de violencia sexual en Bolivia; su compromiso nace de una historia personal marcada por el dolor, la resiliencia y la esperanza en la posibilidad de un cambio.
Brisa fue víctima de violencia sexual en su niñez, un hecho que marcaría su vida y su vocación de justicia. Su caso, invisibilizado y minimizado durante años por las autoridades, la llevó a enfrentarse al sistema judicial boliviano, donde se encontró con una estructura que, lejos de proteger a las víctimas, parecía diseñada para silenciarlas. Sin embargo, Brisa no se rindió. Su búsqueda incansable de justicia la llevó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde logró que el Estado boliviano reconociera su falta de acción en su caso específico. Este logro no solo visibilizó las deficiencias del sistema judicial en la atención de víctimas de violencia sexual, sino que sentó un precedente en la lucha por los derechos humanos en Bolivia.
La experiencia personal de Brisa, y su dedicación a la causa, hacen que el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, cobre un significado especial para ella. “Es importante la unión colectiva, la unión global para categorizar un día donde se conmemora la eliminación de la violencia,” afirma, resaltando el valor de este llamado universal contra la violencia de género. Sin embargo, en su labor existen otros días que también son cruciales, como el 18 de noviembre, una jornada internacional contra la violencia sexual hacia la niñez, y el 9 de agosto, fechas en las que su organización enfoca sus esfuerzos para visibilizar y combatir esta problemática. Para Brisa, estos días permiten crear conciencia y recordar que, como sociedad, es inaceptable permitir cualquier tipo de violencia.
Como producto de su lucha personal, Brisa fundó FUBE, una organización que ofrece un acompañamiento cercano e integral a niñas y adolescentes que, como ella, han sido víctimas de violencia sexual. Brisa describe su labor con pasión y claridad: “Hay varios tipos de violencia y son bien específicos… incluso dentro del mismo tipo de violencia existen distintas formas.” Reconocer y abordar estas diferencias permite a FUBE brindar apoyo completo a cada víctima. No solo trabajan para que los casos lleguen a juicio; también ofrecen acompañamiento psicológico, y ayudan a la familia a involucrarse en el proceso de sanación, creando un entorno seguro y de apoyo.
La convicción de Brisa de que la prevención debe empezar desde la primera infancia es clara y apasionada. Para ella, erradicar la violencia no es solo cuestión de intervenir en los casos presentes, sino de trabajar a nivel estructural y psicológico desde la raíz. “La aceptación hacia la violencia y el sufrimiento de otros comienza antes de nacer. Si queremos realmente cambiar, tenemos que comenzar con cerebros que sean intolerantes a la violencia.” Con esta visión, FUBE se convierte en un agente de cambio, trabajando no solo para sanar, sino para prevenir futuras generaciones de violencia.
Brisa ha logrado que su dolor personal se transforme en un movimiento de justicia y compasión. Su historia es un llamado a la acción. A través de la Fundación FUBE, sigue generando un cambio, creando conciencia y apoyando a quienes han sufrido violencia para que encuentren un camino hacia la recuperación y la dignidad. En Bolivia, Brisa es verdaderamente una “brisa de esperanza.”
Eduarda (arriba): Resiliencia y Organización desde las Comunidades Rurales
En las montañas del norte de Potosí, en la comunidad de Chucarazi, Eduarda Mamani Rojas lucha cada día contra las barreras impuestas por la violencia y las desigualdades de género. Aunque el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer tiene impacto en las ciudades, donde existen instituciones como la Defensoría de la Mujer, Eduarda señala que en las áreas rurales esta lucha parece invisible. “En mi comunidad sigue habiendo violencia, no se siente el impacto de este día como en las ciudades,” dice, evidenciando una brecha en la atención hacia las mujeres rurales.
Para Eduarda, la violencia en su entorno tiene características únicas. “En las comunidades rurales, el control del territorio genera conflictos,” explica. Muchas familias deben compartir pequeñas parcelas de tierra, y el poder sobre ellas suele recaer en los hombres, mientras las mujeres enfrentan desafíos y a menudo son relegadas en la distribución. Sin embargo, también resalta la complementariedad que predomina en las familias, una práctica que, cuando es respetada, permite una convivencia armónica.
En contraste, en las ciudades, Eduarda observa que la violencia se agrava cuando las mujeres no tienen independencia económica. “Cuando las mujeres son profesionales y tienen sueldos, no sufren tanta violencia. Pero si no generan ingresos, están más sometidas,” reflexiona. En ambos contextos, sin embargo, las agresiones sexuales persisten como una forma alarmante de violencia que afecta a las mujeres.
Eduarda cree firmemente en el poder de la organización comunitaria para combatir la violencia en las áreas rurales. “En nuestras comunidades, cuando se comete un error grave, se destierra al responsable. Esa organización ayuda a controlar los tipos de violencia,” señala. Pero también destaca que la justicia urbana, marcada por el poder económico, complica los procesos y perpetúa la violencia. “En la ciudad, la justicia se compra, y eso genera más violencia hacia las mujeres.”
A pesar de los desafíos, Eduarda tiene esperanza. Para ella, el cambio comienza con las mujeres mismas. “Nos han enseñado que somos menos por ser mujeres, pero debemos ser fuertes, tener poder de decisión y generar nuestros propios ingresos. Eso es importante para no estar sometidas.” También insiste en la necesidad de denunciar la violencia de forma constante, incluso cuando las soluciones no son inmediatas. “En el campo, cuando se hace seguimiento a los problemas, las familias pueden reponerse,” afirma con convicción.
La historia de Eduarda no solo refleja las luchas de las mujeres en las áreas rurales de Bolivia, sino también la resiliencia y la capacidad de organización de estas comunidades. “No basta con depender de las entidades públicas. Tenemos que organizarnos, luchar por lo que creemos y seguir adelante.”
Eduarda Mamani Rojas es un testimonio de que el cambio es posible cuando las mujeres se fortalecen y se organizan, convirtiéndose en líderes de sus comunidades y constructoras de su propio destino. Su mensaje resuena como un llamado a la acción, tanto para las mujeres como para toda la sociedad: la violencia puede y debe ser erradicada, pero solo si trabajamos juntos y desde la raíz.
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