Durante sus dos años de servicio en Guatemala, cuatro Semilleras (Seeders) han reflexionado sobre el papel de la mujer en la sociedad a través de la mirada del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (8 de marzo). Queremos recordar y destacar sus reflexiones en el marco del Día Internacional de la Paz, ya que sus reflexiones subrayan las interconexiones profundas entre la paz y la igualdad de género. Sigue leyendo mientras comparten historias de resiliencia entre las mujeres con las que trabajaron, reconociendo cómo la lucha contra la violencia de género es esencial para fomentar una paz verdadera en las comunidades. Sus reflexciones descatan que la paz sostenible no puede existir sin abordar las injusticias sistémicas a las que se enfrentan las mujeres, lo que refuerza la importancia de la incidencia y el acompañamiento continuos en su trabajo.
Habitar nuestros cuerpos, para nuestra autonomía física
Por: Beatriz Huezo, Semillera en Guatemala
En el marco del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo; estamos invitadas y se nos hace el llamado a reflexionar sobre las violencias sistémicas que vivimos los cuerpos femeninos, y en ese sentido nos miramos a nosotras mismas y a las demás compañeras con las que caminamos en esta tierra construida desde un sistema patriarcal.
Debemos de vernos como seres y cuerpos generacionales e integrales. En este día conmemorativo de la mujer, en un espacio de diálogo nos vimos y nos preguntamos ¿Cómo fue mi yo de niña? ¿Cómo fue mi yo, mujer adolescente? ¿Cómo es mi yo, mujer joven? ¿Cómo me veo como adulta mayor? Escribimos sobre nuestras vidas y el estereotipo en qué nuestros cuerpos han sido utilizados, nos escuchamos, abrazamos y coincidimos en situaciones de vidas y de violencias vividas que pasaron por nuestros cuerpos y que siguen pasando.
Desde temprana edad se comienzan a experimentar situaciones incómodas en las que nos hemos visto, sentido confundidas, culpables y muchas veces incluso ni uno mismo es consciente que estábamos atravesando violencias, si no éramos nosotras eran nuestras amigas, conocidas o familiares. La familia y los entornos son quienes vigilan y garantizan el amor hacia lo que somos, pero en otros casos también son instrumentos para que odiemos nuestros cuerpos sus formas e incluso las funciones biológicas; como es el caso de la menstruación y; que experimentemos procesos traumáticos, dolorosos durante la adolescencia y gran parte de la vida; por lo tanto, podemos pensar que si no se tiene el privilegio al acceso a una atención integral y segura para nuestros cuerpos, entonces, se tiene el control de los cuerpos de las mujeres, creando miles de inseguridades, físicas, temperamentales y de personalidades.
A la mujer se le ha hecho creer que no solo se puede controlar por su aspecto físico, sino que hay un trabajo ideológico muy fuerte, que quiere mantener nuestros cuerpos sumisos, enfermos y dependiente de emociones; es así que nos hicieron creer que hablábamos mucho para cerrar nuestras bocas, que éramos muy enojadas, con emociones malas y no cómo una emoción que marca límites, que éramos malcriadas porque respondemos a algún tipo de autoridad o figura adulta en nuestras vidas y no porque teníamos la capacidad de pensar y ser críticas, que éramos prepotentes o gritonas y no lideresas, que éramos gordas o muy flacas y cualquiera de las dos estaban mal, que éramos muy altas o muy bajas, que nuestra nariz no era bonita, que nuestro cabello está mal si es rizado, y si es lacio debía de estar muy ordenado, sin movimiento e inseguras en la piel que habitamos por la textura o por el color, que tener vellos faciales no es para mujeres, Como si no existiera la diversidad de cuerpos y personalidades y en medio de esto, todos son hermosos y biológico. El mundo está condicionado para invalidar nuestros cuerpos y existencia, sean como sean y el trabajo de violencia trasciende no solo con nuestros cuerpos si no con otros cuerpos porque nos enseñaron que el mayor enemigo de una mujer es otra mujer, que somos competencia y vamos recibiendo violencias de otras mujeres y siendo victimarias también, que el amor entre las mujeres es algo tan poderoso, que el sistema al que resistimos, tiene miedo.
Estar orgullosas y reivindicar nuestros cuerpos y nuestras emociones es tan revolucionario que requiere de un trabajo diario, y es el primer territorio que debemos de aprender a defender para luego ir a defender los otros, porque defendemos la vida en todas sus formas. Estamos aprendiendo a amarnos y sanar relaciones con nuestras familias, con otras mujeres y hombres que forman parte de nuestras vidas.
El 8 de marzo vemos por las calles a mujeres gritando, vistiéndose como posiblemente no se visten durante el año, bailando, hablando, abrazándose, riéndose, reclamando por las injusticias, teniendo presentes y defendiendo las vidas. Por eso es una fecha importante y que hace eco en todo el mundo, porque es el momento en el que los cuerpos se visibilizan históricos, por todas las mujeres que dieron la vida por conquistar derechos humanos que ahora podemos exigir y gozar.